jueves, 30 de noviembre de 2017

Ciento cincuenta y cinco


Ayer en el programa de Wyoming "El intermedio", Joan Manuel Serrat acudió para ser entrevistado y a la vez para hacer también un poco de chufla con el presentador, interpretando a dúo en tono de humor la canción "Amigos para siempre" en un intento de lanzar un simbólico "pelillos a la mar" a las audiencias.

Durante la entrevista pudimos ver a un Serrat ambiguo, parco, titubeante, y excesivamente cauteloso en las respuestas. Un Serrat incómodo con los temas que allí se trataban intentando zafarse en todo momento de expresar una opinión clara y utilizando en su lugar sentencias generales, ideas difuminadas, y "plurales mayestáticos"...

No es que esperáramos otra cosa diferente. No esperábamos un mitin, ni una arenga, ni la "crítica de la razón pura" pero, coño, Serrat, tampoco nos esperábamos esto. Al menos podrías haber abierto un poco la ventana, aunque fuera un resquicio, que arrojara un hilo de luz hacia las tinieblas que nos rodean en este país.

Como bien afirmaste en una parte de la entrevista "uno ha de mirar por lo suyo", y podemos estar de acuerdo, pero también compartirás conmigo que si cada uno "mira por lo suyo" a lo mejor no queda nadie que "mire por lo nuestro" y viene algún avispado y nos lo roba todo, y nos deja en pelotas, como así han hecho, y quieren seguir haciendo, los "gobiernos" de nuestro país que también miran por lo suyo...

Bien es verdad que la vejez hace a las personas discretas, como es natural, pero también debería hacerlas más tolerantes y sabias. Las hace necesarias para que con sus criterios experimentados ayuden en lo posible al buen funcionamiento de las sociedades. En este momento grave por el que atravesamos hacen mucha falta vuestras opiniones, vuestro parecer, vuestra ayuda

 y no se os está viendo a ninguno.

No creo que sea un ejemplo de la baja condición, de la baja estofa, que tiene nuestro país a nivel general, incluyendo a sus artistas e intelectuales. No lo creo. Más bien parece cosa de que vosotros y vuestras opiniones también estáis secuestrados.

Hace tiempo que os aplicaron el 155..

Lctr.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Periodismo Ilustrado. Hoy: Luis García Montero


Para buscar mi infancia, Dios mío… Recuerdo este verso de Federico García Lorca que utilizó Blas de Otero en un poema dedicado al autor granadino. Con ese poema, participó Blas en un homenaje a Federico celebrado el 5 de junio de 1976 en Fuente Vaqueros. Era el primer gran acto de memoria republicana que podía celebrarse en Granada. Pero todavía estábamos bajo el peso burocrático y policial de la dictadura. Manuel Fraga Iribarne, ministro de la Gobernación, concedió media hora para las intervenciones y llenó los secaderos de tabaco con los uniformes grises de la policía armada. Media hora de libertad después de 40 años de dictadura, dijo Manuel Fernández-Montesinos, sobrino del poeta e hijo de un alcalde socialista también fusilado.

Blas de Otero recordaba en su poema, con la flexibilidad cronológica de la memoria, que cuando tenía 13 años conoció al autor de Bodas de sangre. Estaba de paso por Bilbao con la actriz Margarita Xirgu. Releer el poema me emociona, porque la mañana del 5 de junio de 1976 tuve yo la oportunidad de conocer a Blas de Otero en un acto previo al gran homenaje. Los estudiantes universitarios se reunieron con él y otras personalidades en el Hospital Real. Admiraba y admiro mucho a Blas de Otero. Mi formación poética cruzó la adolescencia con las Canciones y Poeta en Nueva York de Lorca, y luego con Pido la paz y la palabra de Blas de Otero. Cuando me acerqué a saludarlo, arrastré la timidez y la emoción en los labios. Se me ocurrió decirle que por gente como él quería dedicarme a la poesía y estaba en un acto como ese. Era un acto organizado por la sociedad civil que se movía en el entorno del Partido Comunista, un homenaje a un poeta ejecutado por el franquismo. Blas sonrió, me acarició el pelo y murmuró: “¿por gente como yo? Espero que algún día puedas perdonarme”.

Si admiro y aprendo de los poetas más jóvenes que yo es porque me eduqué en la admiración de mis mayores. En buena medida, esa es la dinámica de la escritura, una herencia que da pie a nuevas generaciones, una palabra recibida que se abre al futuro a través de la perpetua actualización de los jóvenes.

Me gusta pensar en la idea del tiempo que funda la literatura: el tiempo como relato, el presente con dimensión histórica. El capitalismo lo mercantiliza todo, lo convierte todo en objeto de consumo. Los cuerpos, los empleos, las horas de ocio o de trabajo, la política, todo es un objeto de usar y tirar, todo se produce con una fecha de caducidad en el ritmo acelerado de la especulación. El entusiasmo mercantil del presente borra la memoria, cancela el compromiso con el futuro y deja vacío de significado el instante. En el mundo de lo instantáneo, lo de ayer se olvida hoy porque nada de lo que se vive o se siente nace para ser respetado.

Los herederos de Fraga Iribarne están hoy en el gobierno. Una de las grandes debilidades de la izquierda española es que ha sido incapaz de establecer un diálogo generacional. Durante años, los viejos no tuvieron más afán que el de perpetuarse y no quisieron perder el control de una parcela cada vez más pequeña. Cuando la realidad estalló en sus manos desvinculadas del mundo, surgió ante ellos una juventud adánica, dispuesta a creer que se lo estaba inventando todo, porque no tenía nada que ver con sus mayores. Los viejos cascarrabias pensaron que los jóvenes eran tontos; los jóvenes sin memoria se abandonaron al espectáculo de las coyunturas, lo instantáneo y su propia caducidad.

El diálogo generacional es lo que constituye una comunidad, lo que consolida una palabra en el vértigo del tiempo. Me he acordado del Blas de Otero que recordaba a Federico García Lorca porque creo significativo que dos viejos como Manuela Carmena o Julio Rodríguez hayan adquirido protagonismo en la joven izquierda madrileña. Es una buena noticia. A los herederos de Fraga Iribarne sólo pueden derrotarlos los herederos de la libertad. Espero que algún día sepamos perdonarnos.

Lctr. (C&P)

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Será por Series...


Nuevo producto de Netflix recién estrenado. Basado en la novela del mismo título de Petra Hammesfahr y muy bien llevado y adaptado por el director estadounidense Antonio Campos, que ha hecho un trabajo impecable de ritmo e imágenes, pulcro y aseado.

Si añadimos a Jessica Biel como protagonista que además de guapa realiza una excelente interpretación, no queda más remedio que ponerse a verla.

Ocho capítulos de 40 minutos.

Lctr.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Los nuevos Comics

La proliferación de las nuevas plataformas de TV de pago que han hecho multiplicarse como churros el número de series disponibles, han facilitado que los contenidos que antes estaban reservados exclusivamente para las artes gráficas y el mundo del Comic ahora se encuentren disponibles en formato hd en cualquier pantalla, tablet, o incluso en los móviles.

Ejemplo de ello es esta deliciosa "The OA" de Netflix, que reune los contenidos mágicos y esotéricos de los buenos viejos comics, y nos hace pasar unos ratos muy entretenidos de solaz esparcimiento.

En la misma línea tenemos el producto de HBO "The Night of" excelente miniserie cuyo único cometido es el entretenimiento sin mayores espectativas, con un trabajo excelente de John Turturro.

Sin entrar en detalles sobre las mismas, para no desvelar nada, son productos altamente recomendables para pasar esos ratos de la vida existentes entre el trabajo, la cama, y el cuarto de baño.

Aunque a veces, como pasaba con los comics, uno no se resiste a no llevárselos consigo incluso a los aposentos mencionados.

Lctr.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

Solo sucede lo que puede suceder (Crítica)


Julio Castro La República Cultural

“¡Eh! ¡Muchacho! ten cuidado contigo mismo / somos seres débiles / y nos inoculan una enfermedad / a edad temprana / que arrastramos toda la vida”, exclama Antonio Sarrió. Está exhortando a cualquiera y a nadie, es uno de los personajes o personas de la obra que Cambalero Teatro desarrolla a partir del texto de Carlos Sarrió. “…el problema del sentido de la vida es que a nadie le importa una mierda. Salvo a media docena de ‘pensantes’ que a duras penas hacen de esa búsqueda su trabajo. Al resto de los mortales nos basta con que venga alguien y nos lo explique…”, dice en otro momento la persona que encarna Begoña Crespo.

Una especie de habitación que casi se ha convertido en un pequeño desván de objetos dispares, la mayoría de otros tiempos, como una máquina de escribir, o un tocadiscos, sillas de varios colores, una mesilla decorada, una estantería con objetos inconexos que se almacenan. Una caja con discos que saldrán de su funda, una radio… un diseño al estilo vintage que parece albergar y alberga un pasado personal que trasciende para alojarse en lo colectivo, en lo social. Entorno al contenido, el público, a cara descubierta, porque todo forma parte de una intención.

El texto de Carlos Sarrió no se monta en personajes, sino en cuatro personas verbales para un enorme poema que desgrana la dinámica de millones de vidas: yo, tú, él, nosotros… Porque lo cierto es que configura espacios de análisis que se mueven en la escena por aproximación a lo que pueda sentir cada persona del público, de manera que las acciones corresponden a los hechos más que a las palabras. La compañía parece montar una especie de acción colectiva (sí, teatro, pero cercano a lo más tangible), como si instaurase una revolución próxima a un 15M, en el que un trayecto vital que abarca a tanta gente, deja sobre la mesa todo lo que podamos analizar.

“…le preguntaron si la realidad existía y aquel físico bajó del escenario y se sentó en los escalones y dijo: ‘las cosas… suceden…’” dice la persona de Eva Blanco. Está en las entrañas del texto, porque parece una evidencia, pero Sólo sucede lo que puede suceder, desde su título es un análisis poco habitual de la evidencia que se ignora para vivir sin muchos problemas, o para poder ejercer lamentos colectivos sin cambiar nada. Y no es que el montaje o el texto propongan cambios de manera evidente, sino que exploran y exponen. “Y vas armado por la calle y en los bares y en tu casa con un boli y una libreta y anotas escribir poesía es como estar enamorado un viaje a lo desconocido y te dices escribe imbécil que para eso has venido”, dice el texto al poco de abrir el fuego e, inevitablemente, me siento muy próximo a esa posición, sin culpa ni castigo, pero me miro.

Media el texto cuando Julio C. García ataca otra realidad tangible que escondemos en la trastienda cada día: “estábamos desahuciados / con los muebles en la puta calle / y aunque las madres contaban dulces cuentos / los niños no se los creían / miraban con ojos como platos sus cosas / al lado de la tapa de la alcantarilla / la tele encima del colchón / las lágrimas contenidas / y ahora qué -se preguntaban- / a esperar tiempos mejores”.

Como en otras ocasiones, el texto y la acción física no tienen ese reflejo parejo de un teatro clásico instrumentado hacia la necesidad de ordenación consuetudinaria, sino que el movimiento hace lo que hace, encuentra cabida y acoge al texto. Hay menos diálogo aparente que en otros trabajos, para transformarse en acción descarnada, que se asocia a lo que conviene en cada momento, en lo que se amolda a un significado adecuado. De esta manera, la poética y la prosa se salvan dentro de su estructura, mientras que la acción escénica se adapta a otra realidad y no siempre hace de intermedio comunicador entre el contenido del autor y el público, sino que, al contrario, propicia que el propio público se aproxime a la versión que necesita darle a su contenido.

Sus personas / personajes, parecen no comunicarse entre sí, pero la realidad es que forman parte de un todo, en el que comunican con el público, en una forma de convergencia muy diferente. Es de esperar que encontraremos hay puntos de conexión más evidentes entre todas las partes presentes en el montaje, de manera que se alcance un punto final desde el que lanzarán al espectador a su propio espacio, con una diferencia: ahora acompañado del conocimiento de que otras personas también tienen esa necesidad, esa a la que nos hemos atado en el recorrido de esta evidencia.

Estamos ante un texto crítico, que se ve potenciado por la puesta en escena. Su desarrollo sugiere casi desesperación en ciertos pasajes, pero no entra en un callejón sin salida, sólo avanza en realidades, porque parece sugerirnos que, si la vida nos ha traído hasta aquí, se demuestra que estamos vivos, y abarca pasajes tremendamente analíticos, tanto en su parte poética como en la prosa intermedia: “Este tipo de conceptos negativos son fundamentales para un sistema social basado en la dominación por medio de la mentira. Lo ‘normal’ es algo indeterminado que nos mantiene a todos a raya para que nadie sea como es realmente. Es uno de los pilares fundamentales de esta arquitectura de mentiras que hemos tejido entre todos y que llamamos sociedad o civilización”.
Cabe también un descarado acercamiento “la institución prefiere trocear a las personas.
‘Divide y vencerás’. Para una institución una persona es: consumidora / estudiante / trabajadora / paciente / cliente / votante / activista / creativa / emprendedora / parada / jubilada…este despiece es uno de los pilares de la dominación que necesita el sistema económico ‘antes llamado capitalista’”, como podemos comprobar, sin dejar de lado la ironía o la parodia textual en la denuncia.

Poco a poco descubrimos cómo estamos tratando de la vida pasada, de la imposibilidad de regresar, pero sí de elegir dentro de la propia elección, de escoger lo que queremos hacer, incluso, aunque todo finalmente pase. No encuentro tanto desasosiego o lamento, como necesidad de evidenciar para ponernos en guardia de lo que somos, de lo que permitimos. Luego, ya, “que alguien ponga un poco de música… o algo”.

“y en las calles arderá nuestra indiferencia
en grandes hogueras
los trajes de Armani correrán desesperados intentando
conseguir cobertura para sus iPhone inútiles
los voceros del régimen dirán que no
que así no
que la violencia es legítima solo si vienes de familia bien
que esos ruidos son inadmisibles
que ya no se oyen a sí mismos
en esos discursos interminables
llenos de odio y cadáveres blancos e inocentes
nada detendrá esa corriente
ese río de desesperación desatado
con inexplicable exactitud
extirpará cánceres de las calles y de los púlpitos”

Es de lo más potente que he podido presenciar y leer en los últimos tiempos. Y creo que es precisa la doble mirada, la de la puesta en escena dirigida por Carlos Sarrió, y la del texto que ofrece nuevas posibilidades. Cualquiera de ellas puede ser independiente, pero ambas enriquecen la mirada y la opinión desde un teatro diferente y desde un texto a su medida. O al contrario.
Julio Castro

"Solo sucede lo que puede Suceder" es la nueva obra de Cambaleo Teatro. Con textos y dirección de Carlos Sarrió, e interpretada por: Eva Blanco, Julio C. García, Begoña Crespo, Antonio Sarrió, y Carlos Sarrió.






miércoles, 8 de noviembre de 2017

La intervención



















La delirante intervención de las cuentas de uno de los Ayuntamiento que no solo cumple con el gasto, sino que en cada ejercicio aprovecha para pagar la deuda sideral dejada por sus predecesores, nos deja a todos asombrados.

Curiosamente cuando el Ayuntamiento era el epicentro de obras faraónicas, presupuestos inflados hasta doscientas setenta y dos veces de su valor en algunos casos, y del despilfarro sin control, Montoro no decía nada.

Y es que el Ayuntamiento de Madrid siempre le sirvió al PP para financiar las empresas de sus amigos con nuestro dinero, y desde que Carmena es la alcaldesa no pueden hacerlo.

Por ello se valen de métodos más propios de regímenes autoritarios que democráticos para continuar robando, importándoles tres cojones la vida de los ciudadanos, y prestando toda su atención al dinero que dejan de llevarse.

Esta es la realidad de esta vergüenza de gobierno que tenemos. Llevan seis años sin hacer nada más que llevárselo crudo, y cada intento que surge de organización sensata, o de gestión limpia, no dudan en desbaratarlo y destruirlo.

Su cometido se asemeja al de una infección. Un virus que lobotomiza a la ciudadanía y que se expande por todos los rincones del país (y del mundo) arrasando todo a su paso.

Todavía hay vida detrás del PP, estamos a tiempo. 

Si nos demoramos demasiado no quedará nada.

Lctr.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Periodismo Ilustrado. Hoy: Rosa María Artal




Puigdemont da una rueda de prensa en Bruselas con 7 de sus consejeros, como estrategia de defensa y buscando ganar la batalla de la imagen. En 4 idiomas además, para desesperación de los monolingües. El aguerrido españolismo les llama cobardes desde la barrera. Tras aplaudir con pasión la petición de delitos que, como sedición y rebelión, más parecen decimonónicos. Vivimos tiempos de alta épica y poca racionalidad. Con extremos que se inscribirían incluso en el sainete de no ser por sus dramáticas consecuencias. La independencia de Cataluña ha sido el detonante que permite ver el profundo deterioro del poder y sus valedores. El Régimen del 78 se derrumba y amenaza con arrastrar cuanto encuentre a su paso. Los síntomas son palmarios, nadie ya se molesta ni en disimularlos, a pesar de esa exultante reafirmación que pretende ignorar los fallos estructurales. 


Tenemos a un presidente de Gobierno que pasa por ser en los medios un “brillante estratega” por haber convocado elecciones en Catalunya, tras destituciones sumarias, en lugar de enviar los tanques. Al menos de momento. Un Gobierno sustentado en un partido al que la acusación pública considera “plena y abrumadoramente” implicado en la corrupción de la Gürtel. Prepararon el desembarco desde Abril, sin advertirlo y sin desarrollar el artículo 155. Contamos con un Fiscal General del Estado reprobado por el Parlamento, extremo que ahora ni se menciona. De su nivel de madurez puede dar idea el nombre dado al documento de las querellas contra Puigdemont y Forcadell: “Más dura será la caída”. Puigdemont en Bruselas ha hecho especial mención del hecho que le han servido en bandeja. En el Govern que enamora a la derecha hay varios ministros del Gobierno central reprobados también. Y la presidenta de allí, vicepresidenta aquí, se ha librado -pese a su gestión incendiaria y torpe del conflicto catalán- por sublimes intereses de Estado. De estado electoral, en la práctica. El maquiavelismo en fascículos hace furor esta temporada.

Las manifestaciones españolistas de Barcelona les han dado la vida. La calle puede ser muy mala o muy buena, según quien la llena. Los medios se han lanzado a una desenfrenada carrera dominada por la opinión, no información, como si se tratara de una cruzada. Igual lo es. También están muchos de ellos en el barco que se hunde. Se leen artículos impensables. A lo más tirado del infraperiodismo le ha salido una dura competencia. ¿ Saben aquel que diu que independentistas y Podemos tienen “ cerebros de gallina”?

En las concentraciones, van de la mano defensores de la unidad de España, ultraderecha, falangistas, y destacados miembros del PSOE o del PSC, incluso un ex dirigente del PC. Todos caben en la Constitución, nos dicen las crónicas. Menos los soberanistas. Nunca pudieron ni pudimos imaginar llegar a verlos en esas compañías, ese flamear de banderas rojigualdas a su paso, esa sed de triturar al disidente. Su participación decisiva en una involución histórica aprovechando la coyuntura en Catalunya.

Y ya no falta más que la campaña electoral, otra campaña electoral con los mismos tópicos y trampas. Estrategias tan repetidas que estragan a cualquiera que tenga al menos dos dedos de frente. Ese afán de poder, de preservar o ampliar el número de sillas, mientras los problemas se enquistan. No han resuelto nada. Se niegan a entender que Puigdemont y cuanto defiende no quiere hacerse perdonar, ni congratularse con sus opositores, juega sus cartas. Guste o no, es su estrategia. Y ha vuelto a descolocarles. Y le castigan con ineficaces insultos. Andan reivindicando una valentía de torero en la plaza y no la que exige -a otros- vivir entre tantos condicionantes y atropellos consentidos. El independentismo no nació ayer, ni ha muerto hoy. Una sociedad polarizada como la catalana exige algo más de cordura en la resolución de sus conflictos. La política española, tan bonita, está hecha un eccehomo.

El PP, pringado hasta lo indecible, ofreciendo a un xenófobo como Albiol de modelo. Ciudadanos desaforados en busca de mano dura y cargo. El PSOE, inmerso en contradicciones, reivindicándose como “la” izquierda y exaltado por sus periodistas sin medida. Verán, no es ser de izquierdas abstenerse en el Tratado de Libre Comercio CETA para que salga adelante. No es de izquierdas vetar que el SAREB ceda pisos de su stock a un fondo de viviendas sociales. No es de izquierdas apoyar al PP, ni tragarse reprobaciones y hemerotecas. Zapatero, que empezó bien sus gobiernos, fue reconducido en años. Sánchez lo ha sido en meses. La de Zapatero representó una potente espoleta de demolición.

El 78 se hunde. Y su más temible enemigo en el conjunto de España no es siquiera el independentismo, es Unidos Podemos, sobre todo Podemos. Seguimos en el mismo bucle. Vivían en su Arcadia feliz hasta que, sin advertirlo siquiera, estalló la indignación. Cualquier periodista que quisiera verlo, se enteró. Venía de atrás, pero la gran estafa fue aprovechar la quiebra del sistema financiero para instaurar un modelo económico y social mucho más duro. La gota que colmó el vaso. Era un clamor, era angustia y desesperación de muchas personas, por eso estalló el 15M.

Nadie quitó el sitio a una izquierda que no lo ocupaba ya. No somos mercancía en manos de políticos y banqueros, se enarbolaba como lema esencial. Que se lo pregunten a las víctimas del fraude de las preferentes y las clausulas abusivas que aquellos gobiernos autorizaron y consintieron. Más aún, siguen amparando las trabas a su devolución. Está pasando ahora mismo.

Hicieron abdicar al rey Juan Carlos para tratar de mantener el estatus. Felipe VI, con una buena acogida, tuvo la oportunidad de ser un monarca moderno y cercano a los problemas de los ciudadanos, que no súbditos. Sus intervenciones políticas y próximas al PP le han marcado para bien y para mal.

Es cierto que la sociedad vive momentos de exaltación patriótica. Producto en buena medida, como suelo mantener, de algo tan poco ejemplar como la xenofobia que les inspiran los catalanes. Hasta TVE la fomenta en prime time. Un soufflé que bajará. Las banderas son el contenido que representan. Y se les ha colado una levadura que reivindica, con cánticos al sol, la más negra y perniciosa historia de este país. Ignorados o permitidos, con sin igual irresponsabilidad.

Fuera de extremos tan radicales, se advierte que muchas personas prefieren la unidad de España y el respeto a esas leyes, a que les defrauden con otras normativas incumplidas. Prefieren que les roben y les engañen si tienen sujetos a los díscolos. Ni la deuda pública por las nubes, ni los trabajos precarios, ni el incierto futuro con las pensiones importan si Puigdemont es encarcelado y los catalanes son vencidos y humillados en justo castigo a la actitud que tanto les irrita. Siguen pensando, en definitiva, que PP y PSOE “no les representan”, pero nada es comparable a esa unidad de España que defienden. Una actitud viciada en origen.

Para muchos ciudadanos –y es un tema clave- Podemos, en este momento, no está respondiendo a las expectativas que le otorgaron cinco millones de personas. Es verdad que gran parte de ellas no engullen los mensajes de los medios de propaganda y seguirán votando esa opción. De ahí que continúe en los medios el síndrome obsesivo compulsivo con Podemos y sus dirigentes. Diario. Su postura ha sido a favor de un referéndum con garantías, todo lo demás es mentira. Como la de Podem, a cuya dirección ha cesado Madrid a pesar de ello en controvertida decisión. Conflictos tambien hay. Si Podemos evitara los vicios que lastraron a otros partidos, al menos no carga con pesadas herencias por mucho que les atribuyan hasta la pérdida del paraíso terrenal.

El problema es serio. En distinto grado, se han quemado políticos y partidos, sobre todo lo partidarios de atrincherarse y que nada cambie. No se le ve solución fácil. Lo último, seguir atizando el fuego con potentes cargas de irracionalidad . Más dura será la caída enarbola la Fiscalía del Gobierno, mientras reparte delitos de enorme envergadura. Oigo a Martín Pallín, Fiscal emérito del Tribunal Supremo, decir que criminalizar los votos en un Parlamento debilita la democracia. Es la apuesta de PP y sus socios. Había caminos menos drásticos. Pero da votos. Aquí y ahora. A ellos y a sus voceros les vale, serán los primeros en ponerse a salvo si el edificio se derrumba. Hay salida pero no desde el toril embistiendo, sino usando la cabeza.

Lctr. (C&P)