Hoy, como cada 16 de junio, se celebra el Bloomsday: el día de Leopold Bloom. Ulises, la novela más celebrada de James Joyce, es una obra polémica. Para unos (me incluyo) es la cumbre de la literatura del siglo XX. Para otros es la cumbre de la pedantería, el narcisismo grafómano y el tedio. Los dos personajes principales, Leopold Bloom, un modesto comercial publicitario, y su alter ego hamletiano, el aspirante a escritor Stephen Dedalus, se dedican simplemente a hacer sus cosas: desayunan, piensan, defecan, beben, trabajan, desean. Todo ocurre en Dublín (Joyce se fue de su ciudad natal, pero su ciudad no se fue de él) durante un solo día, el 16 de junio de 1904.
Vaya argumento, ¿no? Ulises toma como patrón La Odisea de Homero y las fantásticas aventuras de su protagonista, Odiseo, Ulises en latín, para crear una leyenda épica. Se trata, sin embargo, de una épica contemporánea. Todo es caótico, momentáneo, intrascendente, inexplicable. Y heroico a la vez. Leopold Bloom, el héroe del siglo XX, es un personaje confuso que ignora cuál será el veredicto de Dios o la historia sobre su existencia, aunque barrunta que no habrá veredicto y que no existe nada más allá de la vida.
Como resulta evidente, los futbolistas de la selección española conmemoraron a su manera el día de Leopold Bloom. Desayunaron, pensaron, defecaron, bebieron, trabajaron, desearon y acabaron la jornada, como Bloom, sumidos en una enorme confusión. Como Bloom, no dedicaron la jornada a jugar al fútbol, sino a dudar y embarullarse. Como Bloom, fueron a la vez héroes (antes del partido) y miserables (después de la derrota). Como Bloom, quedaron a la espera de una incierta redención.
Es ahora cuando empieza a interesarme la selección española. Para odiseas convencionales ya tengo a Argentina: talento inmenso, protagonistas dignos del teatro griego (Messi-Maradona), futuro grandioso sea bueno o malo. Lo de España, ahora, entra en la dimensión cotidiana, la que conocemos. Ya no se especula sobre cuántos goles le meterá España a no sé quien, sino sobre lo habitual. O sea, sobre quienes somos, quienes nos creíamos que éramos y quienes acabaremos siendo, así, en plural. La selección, ahora, puede interpretarse como la metáfora del país.
Siento una inmensa curiosidad por los próximos partidos. Cuando ya no se trate de embelesarse con nuestro milagro balompédico y con el juego de medio campo, como los ciudadanos caímos en el embeleso de un presunto milagro económico, sino de sobrevivir. Tengo muchas ganas de saber si la cosa concluirá con la palabra “sí”, como “Ulises”, o con el mal rollo de siempre.
Jm cortapega un ejemplo de crónica deportiva diferente a los habituales ejercicios de estupidez supina a la que nos tiene acostumbrados nuestra prensa deportiva.
Hasta luego
2 comentarios:
Sí que es una crónica diferente a lo habitual. Lo que ocurre con la mayoría de los periodistas deportivos es que gozan de una saludable incultura general y su horizonte de conocimientos acaba donde la línea de fondo de los campos de fútbol.
Y de esta turba de periodistas que gozan de tal incultura general, lo cual les impide hacer crónicas diferentes y les impide prácticamente todo, la gran mayoría además sólo entienden de fútbol y de lo que pasó en el último año, pues para ellos todo lo anterior no tiene oficio ni beneficio para la actualidad.
Gracias a dios hay excepciones, que como tales relumbran más: el recientemente fallecido Juan Manuel Gozalo tenía una cultura deportiva gigantesca, quizás de la otra no tanto; Santiago Segurola, capaz de hablar de cualquier cosa que ni siquiera tenga que ver con el deporte para después relacionar todo conocimiento; Ramón Trecet, ejemplo de la aplicación de la perspectiva histórica al análisis general del deporte que toca vivir ahora. Son gente que entienden mucho de deporte pero que no se quedaron nunca ahí.
Son periodistas que traspasan la barrera del periodismo y ofrecen mucho más que lo que la mayoría de las crónicas nos cuentan. Seguidos por muy pocos, tachados de aburridos y pedantes, odiados o amados pero al fin y al cabo los únicos que ponen algo de nivel en un mundillo donde de no estar tan intelectualmente armados la mediocridad fácilmente les habría aplastado ya.
Rg
Hoy he leido en el "Times" que la culpa de la derrota de españa la tiene Sara Carbonero.
Eso es poner el dedo en la llaga.
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(Por cierto los comentarios van mal, no los marca)
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