Desde pequeños hemos oído historias de todos los tipos. Casi todas implican al bien y al mal, esos dos conceptos inventados con los que nos educan. En casi todas ellas hay un malo muy malo, o mala, y un bueno muy bueno. Todos recordamos por ejemplo la historia antigua de la sabiduría legendaria del rey Salomón...
«Ésta afirma: “Mi hijo es el que vive y tu hijo es el que ha muerto”; la otra dice: “No, el tuyo es el muerto y mi hijo es el que vive.”» Y añadió el rey:
—Traedme una espada.
Y trajeron al rey una espada. En seguida el rey dijo:
—Partid en dos al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.
Entonces la mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le conmovieron por su hijo), y le dijo:
—¡Ah, señor mío! Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis.
—Ni a mí ni a ti; ¡partidlo! —dijo la otra.
Entonces el rey respondió:
—Entregad a aquélla el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre.
Dónde están aquí el bien y el mal. El bien no lo sabemos, el mal lo encarna esa mujer que dijo...
—Ni a mí ni a ti; ¡partidlo!
Siempre que escuchamos estas historias algo nos dice en la cabeza que el papel que juega en este caso la mala mujer, es imposible que sea real. No puede haber nadie tan malo como eso. Curiosamente mientras en la escuela nos enseñaban estos conceptos y nos contaban estas historias, algunos de nuestros compañeros, aunque no lo decían, estaban a favor de esta última señora. Pero disimulaban.
Estas personas existen. Están a nuestro alrededor. En nuestras ciudades, en nuestros trabajos, en nuestras familias... Y no les temblaría el pulso a la hora de separar a un padre y a un hijo en Auschwitz, o de asesinar a uno delante del otro.., o de cosas peores. Pero a falta de guerras y de situaciones extremas, desahogan sus secretas inclinaciones haciendo sufrir a los demás de múltiples maneras, dejándolos sin casa, sin sueldo, sin medicinas.., destruyendo su dignidad.., y todo ello sin el más mínimo sentimiento de culpa, al contrario, felicitándose por ello, y felicitándose entre sí.
Mirad a vuestro alrededor, están en todas partes, si no podéis verlos.., es que ya sois parte de ellos...
Lctr.
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