Todo el mundo se echa hoy las manos a la cabeza y se rasga las vestiduras porque ayer Pedro Sánchez llamó "indecente" a Mariano Rajoy.
Aunque pudiera ser verdad que no era necesario llegar a ese extremo, puesto que ayer el presidente Rajoy carecía de argumentos para debatir sobre nada, también es verdad que hasta ese momento Rajoy estaba encajando el parlamento de Sánchez como el que oye llover, con la indolencia y apatía que nos tiene acostumbrados, y fue a partir de ese instante cuando se le calentaron las orejas y pudimos verle tal y como verdaderamente es.
"Ruíz", digo, "Ruin", "mezquino", "deleznable".., se apresuró a responder un Rajoy nervioso y sin argumentos, "Vd. no va a ganar las elecciones".., "es Vd. un miserable".
"Ruíz", digo, "Ruin", "mezquino", "deleznable".., se apresuró a responder un Rajoy nervioso y sin argumentos, "Vd. no va a ganar las elecciones".., "es Vd. un miserable".
Porque esta es la verdadera naturaleza del personaje. Un hombre que ha llegado a los más altos cargos de su partido a base de arrastrarse y de lamer los culos de los demás. Un hombre preocupado únicamente de sus intereses que es capaz de aplaudir como un mono de feria la decisión de su jefe de entrar en una guerra ilegal, un hombre que tilda de "hilillos de plastilina" a una de las mayores tragedias medioambientales ocurridas en España, un hombre que defiende lo indefendible sólo para mantenerse en el poder y mantener el tinglado de amiguismos y corruptelas, un hombre que recomienda a su tesorero que sea fuerte y que no largue las miserias de los dineros del PP, un hombre que jamás ha dado la cara, y que cuando lo ha hecho, ha sido a través de un plasma... Un hombre así puede tolerarlo todo, menos que alguien quiera quitarle el puesto sin haberse arrastrado y humillado tanto como él.
Aunque le vean ustedes con esa cara de simple y de bonachón, Rajoy siempre ha tenido una ideología clara. Vean si no su extraordinario artículo de opinión escrito en su Galicia natal para el "Faro de Vigo" no hace muchos años... [Faro de Vigo 1983 (texto íntegro)]
Igualdad humana y modelos de sociedad, por Mariano Rajoy Brey
Uno de los tópicos más en boga en el momento actual en que el modelo socialista ha sido votado mayoritariamente en nuestra patria es el que predica la igualdad humana. En nombre de la igualdad humana se aprueban cualesquiera normas y sobre las más diversas materias: incompatibilidades, fijación de horarios rígidos, impuestos –cada vez mayores y más progresivos- igualdad de retribuciones…En ellas no se atiende a criterios de eficacia, responsabilidad, capacidad, conocimientos, méritos, iniciativa o habilidad: sólo importa la igualdad. La igualdad humana es el salvoconducto que todo lo permite hacer; es el fin al que se subordinan todos los medios.
Recientemente, Luis Moure Mariño ha publicado un excelente libro sobre la igualdad humana que paradójicamente lleva por título “La desigualdad humana”. Y tal vez por ser un libro “desigual” y no sumarse al coro general, no ha tenido en lo que ahora llaman “medios intelectuales” el eco que merece. Creo que estamos ante uno de los libros más importantes que se han escrito en España en los últimos años. Constituye una prueba irrefutable de la falsedad de la afirmación de que todos los hombres son iguales, de las doctrinas basadas en la misma y por ende de las normas que son consecuencia de ellas.
Ya en épocas remotas –existen en este sentido textos del siglo VI antes de Jesucristo- se afirmaba como verdad indiscutible, que la estirpe determina al hombre, tanto en lo físico como en lo psíquico. Y estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente –era un hecho objetivo que los hijos de “buena estirpe”, superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas “Leyes” nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación. Cuando en la fecundación se funde el espermatozoide masculino y el óvulo femenino, cada uno de ellos aporta al huevo fecundado –punto de arranque de un nuevo ser humano- sus veinticuatro cromosomas que posteriormente, cuando se producen las biparticiones celulares, se dividen en forma matemática de suerte que las células hijas reciben exactamente los mismos cromosomas que tenía la madre: por cada par de cromosomas contenido en las células del cuerpo, uno solo pasará a la célula generatriz, el paterno o el materno, de ahí el mayor o menor parecido del hijo al padre o a la madre. El hombre, después, en cierta manera nace predestinado para lo que habrá de ser. La desigualdad natural del hombre viene escrita en el código genético, en donde se halla la raíz de todas las desigualdades humanas: en él se nos han transmitido todas nuestras condiciones, desde las físicas: salud, color de los ojos, pelo, corpulencia…hasta las llamadas psíquicas, como la inteligencia, predisposición para el arte, el estudio o los negocios. Y buena prueba de esa desigualdad originaria es que salvo el supuesto excepcional de los gemelos univitelinos, nunca ha habido dos personas iguales, ni siquiera dos seres que tuviesen la misma figura o la misma voz.
Esta búsqueda de la desigualdad, tiene múltiples manifestaciones: en la afirmación de la propia personalidad, en la forma de vestir, en el ansia de ganar –es ciertamente revelador en este sentido la referencia que Moure Mariño al afán del hombre por vencer en una Olimpiada, por batir marcas, récords…-, en la lucha por el poder, en la disputa por la obtención de premios, honores, condecoraciones, títulos nobiliarios desprovistos de cualquier contrapartida económica…Todo ello constituye demostración matemática de que el hombre no se conforma con su realidad, de que aspira a más, de que busca un mayor bienestar y además un mejor bien ser, de que, en definitiva, lucha por desigualarse.
Por eso, todos los modelos, desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas –porque como con tanta razón apunta Moure Mariño, la de inteligencia, carácter o la física no se pueden “Decretar” y establecen para ello normas como las más arriba citadas, cuya filosofía última, aunque se les quiera dar otro revestimento, es la de la imposición de la igualdad, son radicalmente contrarios a la esencia misma del hombre, a su ser peculiar, a su afán de superación y progreso y por ello, aunque se llamen asimismos “modelos progresistas” constituyen un claro atentado al progreso, porque contrarían y suprimen el natural instinto del hombre a desigualarse, que es el que ha enriquecido al mundo y elevado el nivel de vida de los pueblos, que la imposición de esa igualdad relajaría a cotas mínimas al privar a los más hábiles, a los más capaces, a los más emprendedores…de esa iniciativa más provechosa para todos que la igualdad en la miseria, que es la única que hasta la fecha de hoy han logrado imponer. (Texto aquí)
Para una persona que actúa como Mariano, y que piensa como Mariano, el calificativo de "indecente" se queda muy corto.
Si este elemento saliera elegido de nuevo en las próximas elecciones, habría que pensar que la indecencia es una característica genética intrínseca, grabada a fuego en el ADN del pueblo español.
Lctr.
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