Imagínese un país donde un ministro indulta a su propio hermano. O en el que el Rey hace
deporte con un político encarcelado por tráfico de influencias y dos
imputados por casos de corrupción. Un estado en el que el representante
del sector que recibe el mayor plan de subvenciones públicas se
convierte, de un año a otro, en quien reparte esas mismas ayudas.
Es un país dónde los juegos de sillas y los amiguismos
permiten avanzar, casilla tras casilla, hacia arriba. Como si de un
gran juego de mesa se tratara. Hasta el punto que la periodista Eva Belmonte
ha plasmado ese país por lo que es: un gran Monopoly. No uno
cualquiera, sino uno al que solo algunos pueden jugar. Así lo identifica
en su primer libro, Españopoly (Ariel, 2015), fruto del resultado de años de trabajo escarbando a diario en el BOE y
en la información pública. Lo hace a diario desde la Fundación Civio,
organización sin ánimo de lucro que impulsa la democracia y la
ciudadanía activa a partir de los datos abiertos, el periodismo y las
nuevas tecnologías.
Lctr. (C&P)
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