Desde que el mundo es mundo, la maldad ha sido la verdadera fuente de atracción del pensamiento humano. Todo lo malo es positivo, dañino, real, ácido, corrosivo, picante, irresistible, patente, y atrayente.
Por el contrario, lo bueno es inocuo, insípido, negativo, apolar, inane, etéreo, volátil, inaparente, inexistente.., latente.
Desde que el mundo es mundo, se sabe que si alguien quiere atraer la atención, si alguien quiere seducir, fascinar, cautivar..., no tiene más remedio que introducir en la línea argumental a un personaje malo. Cuanto más malo sea mayor será la atracción, mayor será el hechizo.
Por eso toda la familia se sentaba alrededor del televisor.., y antes de la radio.., y antes de la hoguera.., para ver las andanzas y periplos de Drácula, del Doctor Caligari, del Doctor Mabuse, del Doctor Frankestein, del Doctor No, del hombre de la pistola de oro, de JR, de Falconetti...
Estos dos últimos son ejemplo de como la maldad registró en su día las mayores audiencias televisivas de la historia. Sus fechorías fueron un hito que recorrió el mundo entero, y mantenía a la gente pegada a la pantalla. Todos querían que en algún capítulo se llevaran su merecido. Las productoras tenían claro que cuando eso sucediera el orgasmo se habría consumado, y el interés perdido. Por ello esperaban al último capítulo, que era en el que se paralizaba la vida sobre la tierra.
"¡¡ Hoy es el último capítulo de Hombre Rico Hombre Pobre !!" "Falconetti se llevará su merecido"...
Qué ingenua ilusión..,
El último capítulo de la serie no era más que la pasarela para la siguiente temporada y, por supuesto, Falconetti no se llevaba su merecido del todo. Había que esperar un poco más.
Está claro que la maldad es una fábrica de dinero..., y lo sigue siendo.
El "último capítulo" del producto GHVIP tuvo más audiencia que un Madrid-Barça, por un coste diez veces inferior para la cadena. Sin contar las audiencias de "capítulos anteriores" del mismo producto. Todos querían ver como ese engendro llamado Belén, la de San Blas, se llevaba su merecido de una vez por todas.
Ni que decir tiene que la princesa del pueblo no se llevó su esperado merecido. Eso es para la siguiente entrega... Y así lleva quince años.
Un negocio redondo. Una mina de oro. El reino mismo de Salomón, en esta vida que vivimos en la que sólo importa el dinero y sus sucedáneos.
Más que en ningún otro período conocido de la historia.
Lctr.
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