Existen muchos ejemplos de cómo la soberbia y la indiferencia humanas  convierten el planeta en algo parecido a una gran cloaca, pero uno de  los más impresionantes, tristemente, es un remolino de millones de toneladas de plástico que se concentra en medio del Pacífico, a unos 1.000 kilómetros de Hawai. Conocido como el «gran parche de basura del Pacífico», la «gran isla de basura», la «gran sopa de plástico» o el «séptimo continente»,  este vertedero marítimo tiene unas dimensiones increíbles. Se calcula  que ocupa de 1,7 millones a 3,4 millones de km cuadrados, más o menos el  equivalente de tres a siete Españas, y pesa unos 3,5 millones de toneladas. Una catástrofe ecológica que, por desgracia, no deja de crecer. Ahora, una expedición científica francesa liderada  por el explorador Patrick Deixonne se dirigirá a esta isla de residuos  para examinar su composición y advertir al mundo de su dramática  presencia.
Los desperdicios humanos se agrupan en un remolino gigante provocado por la fuerza de la corriente en vórtice del Pacífico Norte,  que gira en sentido de las agujas del reloj. Esto, con la ayuda de los  vientos que actúan en la zona, impide que los desechos plásticos se  dispersen hacia las costas. La fuerza centrípeta lleva lentamente los  escombros hacia el centro de esta espiral, que sería una de las más  grandes conocidas en el planeta: 22.200 kilómetros de circunferencia y  unos 3,4 millones de km cuadrados, según el Centro Nacional de Estudios  Espaciales (CNES), que patrocina el proyecto.
La isla de basura está compuesta por todo lo que se pueda imaginar: boyas, redes de pesca, cepillos de dientes, bombillas, tapas de botellas, objetos procedentes de alcantarillas... Pero destacan sobre todo pequeñísimas piezas de plástico,  millones de ellas, algunas del tamaño de un grano de arroz. El efecto  es muy parecido al que ejerce el mar sobre la arena de la playa, pero en  su versión más espantosa.  
El detritus contamina las aguas y envenena a los peces,  que ingieren las partículas de plástico más diminutas. Esas toxinas  pueden ser transmitidas en cadena a depredadores más grandes, incluido,  por supuesto, el hombre. La placa de desperdicios está ubicada a unos 30  metros de profundidad -no se puede caminar sobre ella-, por lo que el  problema puede ser no solo medioambiental, sino también afectar en el  futuro al turismo o la marina mercante, especialmente si sigue creciendo  sin parar.
Lctr. (C&P) 








 





























