lunes, 6 de marzo de 2017

La la Land


Siguiendo con la recopilación de críticas ajenas, leamos esta reseña sobre la película del momento...

Es cierto que en los musicales clásicos también salían famosos y caritas lindas que no sabían ni bailar ni cantar, pero en ellos nunca faltaban actores, no solo el cuerpo de baile, que eran buenos cantantes, buenos bailarines o ambas cosas, casi todos muy experimentados en los escenarios de Broadway y muy habituados a cargar con el peso de todo un espectáculo, sin olvidar, claro, la música excelente de Porter, Gershwin, Berlin, Kern, etcétera, y la imprescindible ingenuidad y sentido artesanal del modo de producir de la época de los estudios.

Aquí no hay más que un disfraz de musical, similar al disfraz de película muda de The Artist (un poco mejor película que ésta, a mi juicio).

Los protagonistas han sido adiestrados por profes de baile (como en Chicago o en Moulin Rouge) pero no dan ningún espectáculo musical porque están muy lejos de ser cantantes o bailarines; se limitan a ser actores, más o menos guapos, simpáticos y competentes, que afrontan un baile y una canción como podrían afrontar montar a caballo o escalar una pared. Chazelle opta por aproximarse a las formas del musical como lo podría hacer cualquier director de un comercial de la tele que quisiera reverdecer una opción en desuso, pero no tiene nada que aportar al género ni nada que decir con él; de hecho, el final tiene un toque ambiguo por esa falta de ideas, porque vender descaradamente el sueño americano ya no es creíble y otra opción más realista hubiera ensombrecido ese tonillo de anuncio televisivo que inspira a todo el conjunto.

No me resulta extraño que haya tanta gente que dé un sobresaliente a este producto, porque también la hay que va a los mítines de los partidos políticos y encima aplaude (me refiero a los que no cobran por ello). Pero probablemente el tiempo les hará reflexionar y sus palmaditas con las orejas se quedarán en nada. El cine de entretenimiento está sucumbiendo (hasta las series de la tele son hoy en día más coherentes e interesantes, por lo general) y el cine con pretensiones de arte y ensayo está en vías de extinción. Tal vez el cine, gran arte del siglo XX, no tenga nada que hacer ya en el XXI.


Queda explicado perfectamente.

Lctr.

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