Desde tiempos remotos ha sido siempre un valor en la literatura española el narrar la vida de tunantes, golfos, caraduras, y sinvergüenzas varios.
Estos fantasmas descarados que han existido siempre, y persisten en la actualidad, constituyen la piedra fundamental en la que se basa la sociedad española.
El problema no son estos pícaros y bribonzuelos personajes, que puedes encontrar en cualquier parte, el problema no es ese.
El verdadero problema es la fascinación que crean en los demás individuos, ávidos por medrar de una manera rápida, deseosos de subir, de dar el pelotazo, de ascender sin trabajar.
Porque el verdadero problema es que aquí nadie quiere hacer nunca nada buscando el beneficio común. Aquí todo el mundo escurre el bulto. El fundamento de la vida española (incluyendo catalanes, vascos, gallegos, andaluces...) es procurarse el máximo beneficio propio, en detrimento del beneficio ajeno, y por supuesto a coste cero, esto es, por la vía del pelotazo, el amiguismo, la información privilegiada, y la influencia.
Es la única manera que tiene de explicarse el singular caso del niño Nicolás.
Se puede comprobar lo poco que cuesta en nuestro país hacerse un hueco entre las clases dirigentes sin más que calzarse un traje chusco, repeinarse con gomina, y darle a la labia. Aunque parezcas un niñato impresentable, eso es lo de menos. Lo importante es lo que prometas, lo que ofrezcas, lo que regales.
Es más fácil y rápido llegar hasta el Rey que obtener una beca. La burocracia para los gilipollas. Los verdaderos artistas españoles no la necesitan.
Lctr.
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