Viendo ayer de nuevo la película Toy Story 3 de Pixar, uno no puede dejar de sobrecogerse en la escena en la que todos los juguetes van hacia el crisol final.
En un momento en el que los juguetes no ven un sentido claro a sus vidas, el niño se hace mayor y los relega al desván de la casa, (momento que tarde o temprano a todos llega) no deja de resultar estremecedor ver la escena en la que, ante un final seguro, todos se miran y se estrechan las manos para caminar unidos hacia la incertidumbre.
Estos momentos de un dramatismo extraordinario, con miradas fijas, planos estáticos, música de martinete, de requiem industrial, apenas son percibidos por los niños, sabedores de que algo ha de pasar para revertir la situación. Los mayores, sin embargo, miramos la escena con recelo y, cuando llegan los muñequitos de "el gaaaancho", sonreimos nerviosamente y respiramos aliviados.., jejeje.
Siempre nos queda el consuelo de saber que con ese plástico reciclado de la fundición se volverán a fabricar más juguetes, para otros niños...
Lctr.
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