viernes, 12 de febrero de 2016

Tiburón. El principio del Fin

Spielberg con su Tiburón

El que más y el que menos puede recordar el estreno de Tiburón en España en las navidades de 1975. Acababa de morir el dictador hacía apenas un mes y nos llegó este producto americano con la firma del joven prodigio Spielberg. La gente acudió a los cines en masa, como antes habían hecho para ver 'Terremoto' o 'El Coloso en Llamas'. Ahora el 'desastre' natural' era un ser vivo, gigantesco, y amenazador. Todos queríamos ver como era.

Pudimos ver planos subjetivos submarinos, boyas con campanas tintineantes, restos del ataque de la bestia, la mano de la chica nadadora del principio, una pierna amputada con su deportiva en el pie cayendo hacia el fondo del mar,  todo aderezado por la increíble música de Williams, pero de la criatura.., ni rastro. 

No había rastro del Tiburón pero ya estábamos todos más que acojonados. 

Aún recuerdo como salí proyectado hacia atrás en mi asiento cuando el oceanógrafo Dreyfuss ve aparecer una verde cabeza cadavérica sin ojo por la escotilla de una barcaza hundida, fue uno de los sustos más grandes de la historia del cinematógrafo. En la sala la gente tardó en volver a la normalidad, se oían murmullos y risas nerviosas desde las butacas hasta el gallinero donde yo me encontraba.

Pero al Tiburón  no se le había visto ni la aleta.

Hacia el final de la película fue cuando pudimos ver al monstruo devorando a Robert Shaw, ese entrañable señor Lonegan de 'El Golpe'. El tiburón no podía estar peor hecho, pero era tal la adrenalina acumulada que todos quisimos creer y no nos importó lo más mínimo lo cutre y plastificado que pudiera ser el animalito.

Definitivamente y por unanimidad todos pensamos que había nacido una nueva estrella del séptimo arte, un nuevo genio del cinematógrafo. La historia nos demostró que en efecto había nacido una estrella pero no del cinematógrafo; había nacido una estrella  de la industria de un nuevo cine que se llevó por delante, a golpe de talonario y efecto especial, todos los sueños e ilusiones de un arte que atravesaba por un momento dulcísimo de propuestas y contenidos equiparables a la gran pintura y literatura.

Luego, con el tiempo, comprobamos que el talento de Spielberg y de su amigo entrañable Lucas se limitaba simplemente a la resolución práctica del efecto, del susto, de la situación, mientras alimentaban nuestras almas con la misma maloliente carnada que le arrojaban a su gran tiburón blanco de plástico y latex.


Podéis ver como fue el rodaje de la película en este excelente reportaje de 'Jot Down' en el que descubrimos que todos los giros geniales del autor surgieron por la limitación de no disponer del dinero suficiente para cubrir los costosos FX que necesitaba el film. 

Hay que reconocer que ingenio nunca le faltó al colega.

Lctr.

No hay comentarios: