lunes, 27 de agosto de 2012

El otro Armstrong...


Armstrong acumuló sus primeras victorias en el Tour en un periodo en el que el laboratorio de Chatenay-Malabry era autónomo. El Ministerio de Deportes gestionaba los controles en colaboración con la Unión Ciclista Internacional (UCI). Hizo falta mucho tiempo, en 2000, para que el método oficial de detección de la EPO fuese validado por el Agencia Mundial Antidopaje. En aquella época, había pocos controles por sorpresa, se sabía que al maillot amarillo o al vencedor de la etapa se les realizaría un control. Todo estaba programado. Desde entonces, los métodos relacionados con la dosificación de la EPO se han perfeccionado. En el Tour de 1999, Armstrong dio positivo en un control por corticoides, pero el caso se silenció.

Solo se sabía en el último momento en qué hotel se alojaba. De ahí esos numerosos obstáculos. Era una odisea ya que siempre le avisaban en sus lugares de residencia. Tenía considerables medios para protegerse y poner en práctica una logística.

Los encargados de tomar las muestras tuvieron dificultades para realizar controles por sorpresa sin que Armstrong pudiera contar con un plazo de 20 minutos. Le avisaban antes de todos los controles. Me acuerdo de una toma de sangre por sorpresa mientras se entrenaba en el sur de Francia cuando volvió al Tour en 2009. Su entorno había usado pretextos y mucha palabrería para conseguir ese famoso plazo. En 20 minutos es posible hacer muchas manipulaciones. Realizaba perfusiones de suero fisiológico para diluir su sangre. Sustituía su propia orina por una orina artificial. Se administraba EPO en pequeñas dosis. La sustancia era indetectable. Sin los datos de la gendarmería o de la aduana, era imposible combatir ese método.

Contaba con apoyos en la UCI y en el Comité Olímpico Internacional. Asimismo, Armstrong se rodeó de científicos fisiólogos, algunos de los cuales le abandonaron más adelante. Este personaje inspiraba mucho temor. En la UCI y en la organización del Tour, se enfrentaban dos bandos. Algunos temían que un escándalo hiciese que el pasado se pusiera en duda. Prefirieron pasarlo por alto ya que no querían dañar la imagen del deporte. Otros querían cortar por lo sano y deshacerse de la influencia de Armstrong. Estos últimos tenían razón. Este epílogo mancha 10 años de Tour.

Lctr. (C&P)

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