Por favor lean este revelador y sensato artículo de Juan Tortosa.
Diario Público.es
Cada vez que se transgrede un tabú, alguien acaba siempre, al menos en un primer momento, rasgándose las vestiduras. A comienzos de 2012 era impensable entrar a saco en los asuntos de la Casa Real y miren por dónde va la linde cuatro años después: abdicación, aireo de los asuntos sentimentales del rey emérito, comentarios frívolos y desinhibidos sobre la vida y milagros de la familia Borbón… y su hija menor prestando declaración en un juicio por firmarle papeles a su marido sin leerlos. En nuestra querida España somos muy dados a cogérnosla con papel de fumar hasta que se abre la veda. El otro día, en el congreso de los diputados, parecía como si se estuvieran derrumbando los cimientos del edificio cuando Pablo Iglesias mencionó por segunda vez, ya en el turno de réplica, la “cal viva”. Antes lo había hecho durante el discurso en la tribuna, pero debió pasar desapercibido.
La segunda, por lo visto fue más hiriente, porque se relacionó directamente la cal viva con Felipe González. Y se armó el escándalo, ¿pero cómo se atreve este niñato a pronunciar el nombre de Felipe en vano? No acaban de creerse los encorbatados de siempre que estos nuevos y jóvenes diputados, que han llegado a sus escaños prometiendo hacer y decir cosas distintas a las que hasta ahora se veían y oían en las instituciones, vayan los tíos y encima cumplan su promesa. Pero si ya han conseguido lo que querían, si ya los han votado y tienen cuatro años de sopa boba asegurados, ¿no les parece ya suficiente? ¿qué más quieren los muy capullos?
Pues miren usteds, parece que al menos de momento no van a hacer lo mismo que hasta ahora venía siendo costumbre. Teresa Rodríguez lleva varios meses ya en Andalucía diciendo en el parlamento autonómico cosas que jamás se escucharon allí y, en consecuencia, sacando de sus casillas a Susana Díaz, poco acostumbrada a medirse con gente decente. Igual le ocurre a Pablo Echenique en Aragón, y ahora le ha tocado a Pablo Iglesias el turno de romper tabúes: Puig Antich, los asesinatos de Vitoria, la cal viva…
Ya era hora que alguien hablara de estas cosas en sede parlamentaria, ¿no? Ya era hora que los quince o veinte millones de españoles que no habían oído nunca hablar del caso de la “cal viva” se pregunten a qué se refería el líder de Podemos cuando utilizó esa expresión. Ya es hora que, quienes no lo sabían, conozcan que en octubre de 1983, dos jóvenes vascos apellidados Lasa y Zabala desaparecieron y, por una inmensa casualidad, sus restos fueron encontrados tiempo después enterrados en cal viva en una fosa de la provincia de Alicante. Aquello acabaría en condenas para algunas personalidades que, durante los años de gobierno socialista, fueron mandos políticos y policiales.
¡Escándalo!, gritan tertulianos otrora repartidores de carnés de progre (a los fachas ni los escucho, aunque igual ya no hay tanta diferencia) ¿cómo se atreve este perroflauta a hablar de cal viva a estas alturas? ¿a quién le interesa eso ya? ¿para qué remover la mierda? ¡Qué rabia y qué odio, no lo entiendo! exclama el interpelado Felipe González, otrora experto en zaherir a diestro y siniestro, pero muy poco acostumbrado a que alguien se atreva a hacerle probar su propia medicina y le saque desagradables recuerdos del armario. ¡Hasta Errejón puso cara de asombro cuando escuchó a Pablo decir lo de la cal viva! -se empeñan en remarcar en todas las tertulias del dial. Y yo miro cien veces el video de ese momento y no veo la cara rara de Errejón por ningún lado. Sencillamente es su cara. Pero tú pusiste cara rara, le insisten en la Ser a Íñigo. De nada sirve que el interpelado recuerde que la frase estaba en el discurso. De lo que se trata, para tanto egregio tertuliano pasado de rosca, es de que la verdad no acabe jodiéndoles sus argumentos cuando creen haber encontrado una buena llaga en la que meter el dedo.
Es muy de agradecer que, por fin, hayan aparecido personas como Teresa Rodríguez, Echenique o Iglesias dispuestas a quemarse por mantener su coherencia tras llegar a las instituciones. Que recuerden por qué y para qué fueron votados y que actúen en consecuencia.
Lo más saludable que nos ha pasado desde el 20D, a pesar del tiempo que sin duda estamos perdiendo, es poder estar oyendo y viendo cosas distintas en el Parlamento. Ya no están al otro lado de la valla. Están dentro. Llegaron para darle un vuelco a esto con los votos de quienes quieren que las cosas cambien en serio. Si se dedicaran, como ha hecho el bipartidismo desde hace cuarenta años, a “prometer hasta meter, y una vez metido nada de lo prometido” estarían muertos al día siguiente.
Las cosas han cambiado para disfrute de Labordeta, allá donde esté, y de tantos otros representantes de partidos minoritarios que durante cuarenta años fueron ninguneados, burlados, insultados y desconsiderados por la apisonadora inmisericorde de los dos partidos hegemónicos. ¡Qué bien que se vayan dinamitando tabúes: la corona, crímenes de Estado como los asesinatos de Vitoria en 1976, la ejecución de Puig Antich, la cal viva, las cloacas del CNI…. Queda la Iglesia. A ver.
Lctr (C&P)
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