El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar, es el cliente que todo hostelero desea para su establecimiento: discreto, cordial y poco dado a exigencias y divismos. En sus viajes a Marbella, la octava autoridad del protocolo de España —la cuarta si se excluye a los miembros de la Casa del Rey— gusta de frecuentar los mejores restaurantes de la Costa del Sol. Uno de sus sitios predilectos para cenar —con cargo a la partida de gastos protocolarios del Consejo— ha sido el restaurante del hotel de lujo Marbella Club. Este establecimiento, fundado en 1952 por el príncipe Alfonso de Hohenlohe, ideólogo de la Marbella glamurosa, pasa por ser el más distinguido, especial y caro de la ciudad.
El restaurante, de línea tradicional francesa y centroeuropea, tiene, según los expertos, una carta poco espectacular pero de altísimo nivel, con especialidad en las carnes —“el cordero lechal lo bordan”, afirma un conocedor del hotel— y los suflés. “Son platos discretos. El cliente del Marbella Club no suele soportar que la comida tenga un protagonismo mayor que él”, afirma un hostelero marbellí con más de medio siglo de experiencia.
El establecimiento, situado en la llamada Milla de Oro, entre el centro de la ciudad y Puerto Banús, tiene mucha práctica en apelar a la vanidad de sus clientes preferentes, a los que sitúa en mesas especiales y próximas entre ellas. Cenar a la carta o almorzar en el bufé del Marbella Club rara vez baja de los 100 euros por persona.
El presidente del Supremo, en sus cenas, generalmente para dos personas —el segundo comensal sigue siendo secreto, aunque afirman que es su actual jefe de guardaespaldas y novio del magistrado—, no se escondía. “Venía con toda la escolta y presentándose como quien es, pero una vez dentro no llamaba en absoluto la atención”
Lctr.(C&P)
1 comentario:
Pero de qué cajón ( o de qué armario) han sacado a este muppet. Como habla, essss..... aaarrrrggggg Qué grima
jm
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