.A Marcos Rodríguez Pantoja lo vendió su padre, Melchor, como quien vende un perro cuando se convierte en un estorbo. Marcos tenía siete años, quizá uno más o uno menos. La memoria le flaquea y para el caso es lo mismo. Lo vendió Melchor a un pastor de Sierra Morena. Por aquel entonces —y aquel entonces era 1953, porque Marcos nació el 7 de junio de 1946— era algo normal que familias sin posibles colocaran a los hijos allá donde les dieran algo de comer y les enseñaran un oficio. Marchó Marcos rumbo a la sierra con ese pastor, Damián. Aprendió a cuidar las 300 cabras, a cazar, a buscar comida, a hacer fuego y a estar solo. Un día Damián salió a cazar un conejo. Le dijo que lo esperara en la cueva. Nunca más volvió. El pastor no regresó. Marcos no supo nunca más de aquel hombre. Se quedó solo. Era un crío. De vez en cuando recibía la visita del dueño de las cabras, que le llevaba un pedazo de pan. Pero nada más.
Empezó así la vida de Marcos entre lobos. «Un día oí ruido detrás de unas rocas. Me acerqué y había unos lobeznos. Les fui a dar comida, a revolcarme con ellos… Vino la loba y lanzó un mordisco… Me fui… Un día estaba en la cueva y entró la loba. Yo me fui al fondo… Creía que me iba a comer… ¡Como antes me había atacado! Pero me dejó un trozo de carne… Me lo iba acercando… Y al final se acercó y la abracé… Y fueron confiando en mí. Yo les daba comida y jugaba con los lobeznos y poco a poco, así, fue como me fui convirtiendo en el jefe de la manada».
Marcos cazaba conejos con pegajosos palos de jara. Los metía en la madriguera y la resina se pegaba en la piel de los animales. O cazaba ciervos con ayuda de los lobos, que azuzaban al venado hacia el río y allí Marcos les daba muerte. A los peces los hacía entrar, a una suerte de cueva que fabricaba en el río. Los peces, atraídos por los restos de los animales muertos que Marcos metía entre piedras, se metían en la trampa. Cuando estaba allí, Marcos soltaba una piedra contra la laja que cubría la cueva y atrapaba a los peces.
Así vivió Marcos días y meses y años. El pelo largo, por la cintura, impregnado del olor de sus amigos los lobos. La piel curtida por el sol y también rezumando ese aroma tan fuerte. Se movía como ellos, vivía como ellos, aullaba como ellos. Cazaba, hacía fuego y descubría sus instintos básicos en soledad. Lo sacó la Guardia Civil del monte cuando Marcos contaba ya 19 años. Un guarda de una finca próxima lo delató y lo prendieron. Lo mandaron para Madrid. Con unas monjas. El mismo día que lo cristianaron lo mandaron al servicio militar. Carne de cañón. Cuando se licenció le recomendaron irse a buscar trabajo a Mallorca. Allá se fue. Y cayó en manos de gente que lo maltrató, que se rió de él, que lo menospreció. A él, que se había criado con lobos.
Hoy, 40 años después, en esta finca de Cardeña, en Sierra Morena, Marcos vuelve a estar rodeado de lobos. Se suben sobre él, lo huelen, lo buscan. Él se tira al suelo, los besa, se siente uno más. Pepe España, lobero de Cañada Real (Peralejo, Madrid) que ha criado a esos cinco animales, no ha visto nada igual en los días de su vida, dice. Se queda impresionado de cómo los lobos se acercan a Marcos y se 'funden' con él sin haberlo visto nunca antes jamás.
A Marcos lo encontró Gerardo Olivares, director de cine, en Galicia. Una labor de espía. Más importante aún: lo encontró porque descubrió su historia, porque le apasionó su historia y porque decidió contar su historia. El sol alumbra este día de rodaje en Cardeña. El equipo mueve a los lobos y Marcos recorre el monte ajeno a la gente. Los animales se acercan a él. Se van. Las hembras en celo. Los machos marcando territorio.
Olivares, cámara en mano, graba lo que se graba el equipo de rodaje de naturaleza, graba las peleas entre lobos, graba a Marcos buscando hierbajos para hacer el ruido de la perdiz. O a Marcos bebiendo agua en el río como sólo bebe agua en el río quien ha vivido entre alimañas. O a Marcos rebozándose por el suelo con una loba. Impresiona Marcos. Impresiona. Se sube a una roca. Aúlla. Los lobos lo sienten, lo oyen, lo rodean. Aúllan. Aúllan todos juntos. «Los animales son mejores que las personas».
Ahora Marcos no sólo es el guión de su película. Es su amigo. Gerardo nos contó esta historia hace un año. Pidió que el tiempo transcurriera hasta que él pusiera en marcha sus cosas. Hoy rueda 'Entrelobos'. Con Juan José Ballesta, Sancho Gracia y otros. Estrena en otoño. Marcos sigue en Galicia. Ahora recordando su vida de lobo gracias a Gabriel Janer —que acaba de publicar 'He jugado con lobos'— y Gerardo Olivares.
Aúlla Marcos en la roca. Feliz. «Esto es… No se puede explicar».
Lctr. Cut@Past
PS.
"Aquel al que no le gustan los animalesno puede ser buena persona"Arthur Schopenhauer