miércoles, 12 de julio de 2017

La España Popular

Mezquina, cómplice del terrorismo, asquerosa...

A falta de otras, estas son las miserables armas que esgrimen los del partido del robo y de la corrupción contra la persona que ha significado, y esta significando, el freno de su impune saqueo a Madrid y a su Comunidad.

Estos degenerados, acostumbrados a campar a sus anchas en las arcas públicas, están rabiosos por no poder seguir llevándoselo crudo desde que Carmena gobierna en el consistorio, y ya no saben ni lo que hacer.

Como pervertidos y depravados que son, no dudan en echar mano de los golpes más bajos y de las estrategias más marrulleras para conseguir sus fines. Están acostumbrados. Son vulgares delincuentes.

Aquí tenemos a Carmena, aguantando como puede los insultos y abucheos de los mucho y muy españoles, esos que se ocultan tras la bandera para cometer sus tropelías y canalladas, los mismos que no ha mucho tiempo cantaban alegres al unísono, impasible el ademán, dándole la cara al sol.

Los mismos que no quisieron arropar a Pilar Manjón en un acto similar por considerar que aquellas víctimas no merecían homenaje alguno. Los mismos que se ríen a carcajadas de las víctimas del franquismo impidiendo por todos los medios posibles la reposición del daño.

Resulta curioso que los dos mayores responsables del país en la fecha en la que se cometió aquel asesinato miserable no se hayan querido sumar al acto. Ni rastro de Aznar ni de Mayor Oreja. Seguramente tendrían cosas hoy más importantes que hacer.

Si queremos avanzar, si queremos dejar atrás esta "España Popular" del robo, la mentira, y el engaño, hay que empezar echando a todos estos.

Ánimo Manuela. 

Lctr.

martes, 11 de julio de 2017

Y este...

Rivera acusa a Carmena e Iglesias de "tapar a Miguel Ángel Blanco" y "aplaudir a Otegi" 

 Foto de archivo del lider de C's indicando el tamaño de sus tragaderas

Albert Rivera ha cargado contra Podemos, reprimiendo que el partido se sienta "más cómodo" con el histórico dirigente de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi y EH Bildu que con Miguel Ángel Blanco y los demócratas. "Son héroes de la democracia (haciendo referencia a Miguel Ángel Blanco) y no tenemos por qué taparles como pretenden Carmena o Iglesias ni aplaudir a Otegi o a Bildu", ha sentenciado.

El presidente de Ciudadanos se sumaba así a las declaraciones del PP, que ayer arremetía contra Manuela Carmena por su decisión de no desplegar una pancarta en el la sede del Ayuntamiento de Madrid en homenaje a Miguel Ángel Blanco, asesinado hace veinte años a manos de ETA. En sus declaraciones durante la reunión con su grupo parlamentario en el Congreso, Rivera ha acusado a Pablo Iglesias por defender esa postura.

Albert Rivera ha querido destacar a Miguel Ángel Blanco como un "símbolo de la democracia". "Y quien no lo entienda así es porque prefiere apoyar a los verdugos antes que a las víctimas", ha apuntado. Acusaba así a Manuela Carmena y a Pablo Iglesias de "tapar" a Miguel Ángel Blanco y  "pactar con Bildu y los batasunos" y de "aplaudir al señor Otegi".

Qué podemos decir de este personaje...

Si unos son el culo, este es la almorrana.

Lctr.

Misery


Hasta dónde estáis dispuestos a llegar.

Hasta dónde, hatajo de miserables, estáis dispuestos a llegar para que no se hable de vuestras corruptelas, de vuestro mamoneo, de vuestro desprecio a las instituciones, de vuestro desprecio por España. 

Llamáis miserables y mezquinos a todos los que no os bailan el agua, y utilizáis de la manera más ventajista y partidista la memoria de las víctimas que a vosotros os convienen, mostrando vuestro absoluto desprecio por todas las demás. (Víctimas del franquismo incluidas)

El execrable crimen de Miguel Ángel Blanco es el ejemplo más claro de hasta dónde puede llegar la ruindad humana. Aquellos días terribles están en la memoria de todos, no sólo en la vuestra.

Utilizar ese crimen para cargar contra vuestros adversarios políticos, aparte de usarlo en el pasado para financiar vuestras mentiras, dice mucho de la verdadera naturaleza del Partido Popular.

Vosotros sois los mezquinos.

Vosotros los miserables.


Lctr.

domingo, 9 de julio de 2017

Así es imposible...


Por este camino no vamos a ningún sitio.

Así no vamos a ninguna parte.

Garzón, estamos hartos de ideologías peregrinas y sin sentido en pleno siglo XXI. A veces pienso que estáis a sueldo de Rajoy para impedir toda posibilidad de cambio. Se puede saber a qué viene esta declaración tuya, a santo de qué viene este despropósito con la que esta cayendo en España. No creo que seas tonto, o sí lo eres..? A lo mejor es que en el fondo eres un tonto y lo desconocíamos, o a lo peor es que eres un submarino del PP...

A estas alturas del cuento estar con Maduro es lo mismo que estar con Rajoy, por si no te has enterado todavía "camarada compañero". 

Os empeñáis en hacerlo difícil y lo conseguís.

Lctr.

PS. Así, mejor...

miércoles, 5 de julio de 2017

La 'posmentira' (un artículo de Jesús Maraña)



La RAE compra la 'posmentira'


El pleno de la Real Academia Española (RAE) ha decidido incorporar el próximo diciembre al Diccionario la palabra 'posverdad'. Aunque todavía no está decidida la definición exacta, el director de la RAE, Darío Villanueva, ha anticipado que la posverdad nombra “las informaciones o aseveraciones que no se basan en hechos objetivos, sino que apelan a las emociones, creencias o deseos del público”. Si finalmente va por ahí la cosa, la institución que supuestamente cuida de la salud de nuestra lengua estará haciendo un enorme favor a quienes utilizan las palabras como armas de manipulación masiva. Porque lo hemos repetido ya muchas veces: la posverdad es sencillamente mentira. La posverdad consiste en manipular los hechos con el objetivo de engañar a la ciudadanía utilizando todas las herramientas posibles, que con la revolución digital son muchas, tremendamente eficaces y con efectos inmediatos en la llamada opinión pública.

Lo que no se nombra no existe. Lo saben muy bien las mujeres, que han padecido el sexismo en el lenguaje (en todos los idiomas en distinto grado) y lo siguen sufriendo a día de hoy por más que hayamos avanzado. Pero también se da el proceso inverso: no hay mejor forma de instalar una falsa realidad que ponerle nombre a ‘la cosa’. Porque no sólo se logra desvirtuar de ese modo una gigantesca manipulación sino que además se traslada la responsabilidad de sus efectos a las propias víctimas.

Viene adjudicándose la paternidad del concepto al dramaturgo y novelista serbio Steve Tesich, quien, en 1992 y en referencia a la primera Guerra del Golfo, denunciaba en un artículo en la revista The Nation que en Occidente habíamos “decidido libremente que queremos vivir en una especie de mundo de la posverdad”, o sea un mundo en el que lo importante es que algo parezca cierto aunque no lo sea. Un mundo en el que, como apunta el profesor Villanueva, los elementos subjetivos (“las emociones, creencias y deseos del público”) pesan tanto o más que los hechos objetivos. Hasta el punto de que Donald Trump y su macrocirco populista se permiten hablar de “hechos alternativos”, que obviamente serán los que desde el poder se decidan, intentando demagógicamente conectar con los supuestos deseos de los ciudadanos-electores-consumidores.

De este modo se pretende asentar que los principales “culpables” de que se instale la posverdad no son quienes manipulan la realidad o inventan una paralela sino quienes desde sus casas, sus puestos de trabajo, sus coches, sus móviles o sus mecedoras se “emocionan” viendo, escuchando o leyendo un serial de disparates o infamias, hasta el punto de “desear” que esos disparates o infamias se multipliquen, sin que importe en absoluto su veracidad.

No asistimos a una discusión baladí. Incorporar el término posverdad al Diccionario no es como aceptar el término gilipollas después de siglos de existencia. No se trata de ocultar el uso de un neologismo. Bastaría en todo caso con señalarlo como sinónimo de mentira, manipulación, engaño… o como simple eufemismo con el que pretenden disfrazarse grandes operaciones dirigidas por poderes políticos, económicos o mediáticos con el objetivo de manipular a la ciudadanía y condicionar sus decisiones. Es exactamente lo que hizo el famoso trío de las Azores (Bush, Blair y Aznar) con el invento de las “armas de destrucción masiva” para justificar la invasión de Irak; o lo que hicieron el PP y varios medios de la derecha situando a ETA tras los atentados del 11-M; o lo que siguen haciendo aquí y en el resto de Europa quienes culpan a los inmigrantes de los problemas de empleo o de seguridad.

El origen de la crisis de confianza en la política, como en el periodismo, es la pérdida de credibilidad. En lugar de abordarla reivindicando en uno y otro ámbito valores como la honestidad, el rigor, la coherencia, la distinción clara entre hechos y opiniones, el respeto a las diferencias… lo que se viene intentando es “normalizar” el uso la mentira, relativizar su gravedad, diluir sus consecuencias e imponer un discurso único en el que caben informaciones falsas sin que ello desgaste a sus autores y difusores. Incluso cuando se desmuestra la evidencia del engaño, lo que importa es sencillamente que haya tenido más audiencia o eco la falsedad que su desmentido: “calumnia que algo queda”. (Por cierto, esta expresión no surge con las redes sociales, ni siquiera con el periodismo amarillo; proviene de un dicho popular en latín y fue utilizada ya en el siglo XVII por Francis Bacon).

Mientras esperamos a conocer la opinión de ilustres académicos que despachan sus múltiples indignaciones con el resto del mundo desde tribunas privilegiadas (lean aquí esta impagable carta de Joaquín Reyes a Javier Marías), conviene recordar que la realidad digital y las nuevas vías de comunicación sirven tanto para denunciar las intoxicaciones masivas como para propagarlas. Y a una velocidad desconocida hasta ahora. Sólo en la última semana y sin salir de España hemos visto circular unas cuantas posverdades: la ausencia de Juan Carlos I en la celebración del cuarenta aniversario de las primeras elecciones democráticas fue “un problema de protocolo”; la amnistía fiscal inconstitucional de 2012 fue decretada “para evitar el rescate de la economía española”, según el Gobierno; España está “en cabeza de la lucha contra el cambio climático”, según Rajoy (ver aquí los datos reales del informe del Observatorio de la Sostenibilidad); los resultados negativos del grupo Prisa son culpa de Hacienda y de “los confidenciales”, en palabras de su presidente (y académico) Juan Luis Cebrián… Todo el mundo tiene derecho a vivir en una realidad paralela, pero no a imponérsela a los demás.

Desde 1713 mantiene la RAE un lema envidiable para cualquier anuncio de detergente: “limpia, fija y da esplendor” (a la Lengua española). Aceptar la palabra posverdad, justificando además el concepto en “las emociones, creencias o deseos del público” más bien contribuye a blanquear una práctica que siempre ha existido, que los poderosos siempre han utilizado y que la democracia debe intentar contrarrestar. Asimilar la manipulación masiva como un nuevo concepto llamado posverdad viene a ser una solemne posmentira.


Lctr. (C&P)