miércoles, 28 de agosto de 2019

Once upon a time in... Quentin


Quentin Jerome Tarantino nació en Tennessee, pero a los dos años de edad se fue a vivir con su madre a Torrance, al sur de Los Ángeles. 

Desde allí, con su manera de hacer, desde un barrio, sin estudios especiales, ha conectado mediante el cine de manera íntima con muchas personas en todo el mundo, sobre todo con los que como él, en cualquier parte del mundo, hemos tenido vivencias similares.

Para resumir su contribución al cinematógrafo me basta con esta frase suya:

"Cuando la gente me pregunta si fui a la escuela de cine les digo: no, fui al cine‘"

Tarantino es un referente en el mundo del cine en particular, y de las artes audiovisuales en general. Su manera de contar historias ha marcado una diferencia con la manera de contar historias tradicional, pero sin salirse ni un milímetro de ella. 

Su grandeza reside en la humildad.

Tarantino ha sido capaz de plasmar lo mejor de la literatura, del teatro, y del cine de todos los tiempos, únicamente basándose en los recortes y en el material de desecho que nadie ya quería. 

Ese cine de segunda clase denostado, esas músicas escuchadas y no apreciadas en su día, esas películas de cine de verano, esas series de mierda, esos comics y novelas.., todas esas cosas de escaso valor que han conformado nuestra infancia, y nuestra vida...

"Perry Manson", "El Virginiano", "Embrujada", "Dimensión desconocida", "Hawai 5.0", "Ironside", "Kung Fu".., Jess Franco, Paul Naschy, "Django", "Lo quiero muerto", "La noche de Walpurgis", "Drácula 73" "Ocaso de un pistolero", "Furia Oriental", "Marcial Lafuente Estefanía", "Silver Kane", las "Historias Gráficas para adultos", el "Dossier negro".....

Todas ellas no aguantan una revisión actual. Eran una mierda. Pero no nos las perdíamos. Todos crecimos con todo ese material, en principio de escaso valor, un material humilde para entretener al vulgo, básicamente una basura...

Tuvo que llegar ese niño americano, de ascendencia italiana, (incluso Cherokee como el mismo afirma) para mostrarnos el verdadero valor de aquellas cosas tan malas, que tanto queríamos, y que tanto influyeron en muchos de nosotros.

Tarantino convirtió toda esa "basura" en arte mayor. Nadie podría diferenciar desde entonces el inicio de "Reservoir Dogs" de un diálogo de Platón, o de cualquier obra de Shakespeare. Tarantino consiguió igualar, de una manera profunda, los sentimientos de cualquier persona, perteneciente a cualquier clase social, en un diálogo entre unos cuantos delincuentes.

Nos transmitió la esencia, sin importar el formato ni el interlocutor. 

Allí no había reyes ni princesas, tampoco grandes señores ilustrados.

Las personas del mundo accedieron a las grandezas y enseñanzas de una obra de Calderón, o de Shakespeare, en la conversación aparentemente trivial y cotidiana, en torno a un café, de un grupo vulgar de delincuentes iletrados.

A decir verdad, estas nuevas maneras de contar las cosas no son exclusivas de Tarantino. Ahí tenemos también a David Lynch, incluso a nuestro Almodóvar que, a su manera, también nos han proporcionado grandes momentos de regocijo.

La diferencia importante entre, por ejemplo, Almodóvar y Tarantino, es que la última película del primero es una profundización en el onanismo, y la última de Tarantino es un regalo elegante y delicado para todos los públicos. Ambos hablan de lo mismo (más o menos) en definitiva de la edad que vamos cumpliendo, y de lo mayores que nos hacemos. Pero, que duda cabe, que mientras el primero trata el asunto de manera local, el segundo lo trata de manera universal. Esa es la pequeña diferencia.

Además, el tratamiento de un sentimiento como la amistad desinteresada en la última de Tarantino nos hace realmente sobrecogernos y emocionarnos.

Nos recuerda a Sancho y Quijote, a Andrenio y Critilo, a Abbot y Costelo y, sobre todo, a Bob Esponja y Patricio.

Esa amistad desinteresada sin la cual no tendría valor nuestra existencia.

Porque en una existencia sin el otro, no quedaría nadie para poder contarlo.

Lctr.

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