martes, 27 de marzo de 2018

La Opinión del Exterior


España otra vez

Los intentos de mano dura de Madrid de encarcelar a los líderes de la independencia catalana rinden su autoridad moral a una causa que no merece


Desde octubre del año pasado, el gobierno español ha manejado consistentemente el tema espinoso del separatismo catalán con imprudencia, dureza y aparente deseo de empeorar la situación. A finales de la semana pasada, un juez del Tribunal Supremo de España emitió órdenes internacionales de arresto contra seis líderes catalanes fugitivos acusados de rebelión. Ayer, el antiguo presidente catalán Carles Puigdemont fue arrestado en Alemania. Si es extraditado, como parece probable, podría enfrentar hasta 30 años de prisión.

El Sr. Puigdemont huyó de España en octubre después de declarar la independencia catalana. Durante el referéndum que precedió por poco a este acto algo grandilocuente, se desplegó la policía antidisturbios española, tomando urnas y disparando balas de goma a catalanes de todas las edades. Cientos fueron hospitalizados. Ese referéndum había sido ilegal según la Constitución española, y un tribunal había ordenado a la policía que lo impidiera. La defensa de la unidad española, sin embargo, no fue bien servida por las imágenes de los disidentes atacados en las urnas, y tampoco por lo que sucedió después. En cuestión de días, trece políticos catalanes estaban en la cárcel, bajo fianza o en el exilio. El gobierno catalán fue desmantelado y se impuso el gobierno directo desde Madrid. El Sr. Puigdemont terminó en Bélgica. Unas elecciones autonómicas en diciembre podrían haber iniciado un proceso de reconciliación. En cambio, una pequeña mayoría de los partidos proindependentistas, junto con un partido proespañol como la fuerza más votada, condujo a un mayor punto muerto. Más tarde ese mes, el juez Pablo Llarena del tribunal supremo español retiró las órdenes de arresto internacional para el ex presidente renegado y cuatro de sus colegas.

El viernes, fueron reactivados, sorprendiendo al Sr. Puigdemont que estaba en Helsinki, visitando el parlamento finlandés. Él ahora está detenido en Alemania. Habiendo esperado ser readmitido en su cargo después de las elecciones de diciembre, Puigdemont ya se había visto impedido por un tribunal de ser investido como presidente in absentia. En su lugar, nombró a Jordi Sànchez, un compañero líder de la independencia, solo para que el tribunal dictamine que el señor Sànchez, que ya estaba bajo custodia, tampoco podía salir de la cárcel por la investidura. Jordi Turull, ex jefe de gabinete del señor Puigdemont, surgió como el próximo candidato probable a principios de este mes. El viernes, fue arrestado.

El hecho de que todas estas decisiones hayan sido tomadas por jueces y no por políticos hace que el plan de Madrid para frustrar a los separatistas en éxtasis no sea menos obvio. Mariano Rajoy, el primer ministro de España, no ha tomado medidas reales para comprender por qué una proporción tan significativa de los catalanes esperan la independencia. En cambio, ha adoptado una actitud de indignación legalista, mientras que la policía y los tribunales españoles han perseguido con fervor a figuras separatistas. En dos ocasiones, la policía ha registrado el jet privado de Pep Guardiola, el gerente español de Manchester City, aparentemente con el temor de que se usara para contrabandear al Sr. Puigdemont de regreso al país. Madrid tiene un miedo existencial al secesionismo, no solo en Cataluña, sino también en los vascos. Sin embargo, esto no es excusa para tratar un movimiento de independencia pacífico y ligeramente caótico como si se tratara de un ejército rebelde peligroso.

La independencia catalana es probablemente una mala idea, sin duda contra los intereses de la nación española en general y muy probablemente contra los intereses de la propia región. En una atmósfera de mayor calma y menos arriesgada, es perfectamente posible que una mayoría se aleje de la idea de independencia a cambio de concesiones leves hacia el autogobierno y el retorno a la estabilidad. Al tratar de mostrar su fortaleza, el gobierno de Rajoy ha desatado el pánico. Peor aún, es la entrega de la autoridad moral a un movimiento político frívolo que la mayoría de las veces no lo merece. Madrid necesita comenzar a hablar con sus oponentes y dejar de buscarlos en la cárcel.

Editorial de "The Times" 
26 de Marzo de 2018 

Lctr. (C&P)

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