lunes, 27 de septiembre de 2010

Pensamientos angustiosos

Son muy pocos los pensamientos que me pueden incitar a escribir, y con ninguno de ellos tengo la menor esperanza de hacerme entender, especialmente por la sensación que su reflexión me genera. Estas ideas de las que hablo son todas angustiosas. Con algunas de ellas me es fácil llegar a tal angustia mientras que en otras requiero de un esfuerzo intelectual grande hasta llegar a sentir el vértigo y el desasosiego. No serán más de 5 ó 6 estos pensamientos singulares. Un par de ellos giran entorno a conceptos habituales: la eternidad y el infinito. No pretendo enredarme en los conceptos sino en cómo la reflexión sobre ellos desemboca en angustia. La eternidad la abordo desde la idea de aquello que no tiene principio ni fin, y el hecho de que no tenga fin puedo llegar a digerirlo, pero la ausencia de principio me resulta incomprensible, y me sitúo p.ej. en el big bang, donde la teoría dice que comenzó el propio tiempo y no puedo evitar pensar que si el tiempo empezó allí no puede ser sin una voluntad previa, una consecuencia de algo, y así voy cayendo en la madeja del tiempo anterior al tiempo y un hecho consecuencia de otro, y tirando hacia atrás nunca termino. Con el infinito me ocurre algo parecido. ¿Dónde está el fin? ¿cómo es concebible que no acabe? Si no acaba ¿por qué existe todo esto y de dónde sale? Y si acaba, algo habrá más allá de ese límite. En fin, son espirales, pensamientos recurrentes que se enrollan uno en el siguiente y que en cuestión de minutos, de repente, te invade esa sensación de vértigo y angustia. Nuestro cerebro va ligando ideas, las sinapsis te hacen ir de un concepto a otro, hasta que llevas el pensamiento a un callejón sin salida y tus neuronas se bloquean, no hay escapatoria, sólo el miedo. No hay conexiones nuevas a las que acudir y el pensamiento acaba trágicamente ahí, y aparece la angustia.

Otra idea más sutil cuya reflexión profunda trae resultados más trágicos es la de la existencia de las matemáticas, y cómo encajar este hecho tan singular en el universo. El concepto de las matemáticas como una herramienta para la interpretación del universo enseguida se mezcla con la idea de ellas mismas como entidad propia del universo, como parte de él. No es necesaria la existencia de una inteligencia como la nuestra para crear las matemáticas, dicho de otra manera, las hemos descubierto porque estaban allí, inherentes a la existencia del universo. Luego todo es algo más que materia y energía y existe algo parecido al relojero, pero nada tendría sentido sin una inteligencia que lo interpretara. Me voy retozando en esta idea, ya digo, algo más sutil, y de pronto te atrapa la sensación de ser una minúscula insignificancia sin ninguna importancia ni sentido, y te sientes mal. Así que sales rápido de esa espiral oscura y sin fondo que no sabes hasta dónde puedes soportar.

El caso es que esto termina por darte durante unos minutos una perspectiva cósmica, universal sobre el mundo. Qué puede tener de importante apretar el tornillo de la bisagra de una puerta o poner una lavadora. Eso y nada es lo mismo. Ahora y siempre, esas cosas son nada.

Salgo de casa con la cabeza repleta de estas ideas y me encuentro en la escalera con mi vecina que saca ufana a pasear a sus dos perritos con una inmensa cara de felicidad. Y yo, que vengo de pensar en mis cosas, me pregunto si será consciente de lo absurdo que es lo que está haciendo e incluso la poca importancia que tiene para el devenir del universo su propia felicidad. Una de dos, o simplemente es feliz paseando a sus perritos porque ella es así y ya está, o ha estado pensando también en estas cosas que pienso yo y al final ha decidido que lo mejor es dejar de pensar y sacar a pasear a los perritos y disfrutar de ello. Por cierto que la vecina está bastante buena.

Yo llamo al ascensor y con esta empanada monumental en la cabeza tiro para el garaje. Subo con el coche la rampa hacia la calle mientras veo como lentamente se abre la puerta. “Ahí está el universo esperándome” pienso. Asomo el morro y me cruzo de nuevo con mi vecina y sus dos perritos. Nos saludamos de nuevo. Le miro el culo. Y con la cabeza a punto de explotar y la lefa contenida, meto primera y me voy al curro, donde todo es más mundano y asequible.

Rg

4 comentarios:

Lecter dijo...

Muy bueno esto.

Pensamientos recurrentes, bucles, lefas...

Todo conectado

deivit dijo...

Y el universo se expande con perritos paseando ¡Se expande!

Anónimo dijo...

Lo has definido perfectamente, la angustia vital de la existencia no puede perdurar mucho en nuestro cerebro, la tristeza sería infinita, estaríamos deprimidos todo el tiempo y desviaría el objetivo principal que la naturaleza nos ha otorgado, que es el de la perpetuidad de la especie; por lo tanto, al rato de estar metido en estos pensamientos tu cuello se gira lentamente, tus ojos se abren desmesuradamente y cuando te das cuenta estás devorando el culo respingón de una muchacha que pasa. Y de nuevo vuelves a estar contento y te enfocas en el verdadero motivo por el que estamos aquí, el de amarnos los unos a los otros... indiscriminadamente, mucho y con fervor casi religioso.
(Que sirva para algo la religión, además de para dar consuelo a los que se mueren de miedo pensando en la angustia vital)

Jm

Anónimo dijo...

Sí amigos, la realidad acaba con todo intento de entenderla jejejeee

Rg