lunes, 31 de enero de 2011

En primer lugar lo que opina Umberto Eco al respecto: "...me dicen que existe una generación digital que, no habiendo leído un libro en su vida, ahora con el libro electrónico se han acercado y saboreado por primera vez el Quijote. Tanto mejor para su mente y tanto peor para su vista."

Yo particularmente prefiero el volumen cartáceo, porque considero que cualquier ritual necesita su fetiche para ser efectivo, y el mero tacto del libro, el olor a objeto vivo, que envejece a la vez que tu lo haces, nos acerca al solemne acto de la transmisión de conocimientos. Pues esto es lo que realmente esta en juego, dejando a un lado fobias y filias generacionales.

El inventito de Gutenberg cambió la historia de la Humanidad, porque hacía exacta la transmisión de datos. Lo impreso era inmutable, Palabra de Dios. El texto dejó de alterarse de copia en copia, según el capricho, la creencia o el mero error del amanuense de turno. El conocimiento se transmitía rapidamente, masivamente y de igual manera a cualquier lector, y si pasado el tiempo tocaba revisar tal conocimiento, nadie podía retractarse de lo que quedó escrito, no en un volumen, sino en cientos o miles de ellos.

La misión de los hombres-libro de Fahrenheit 451 era aprenderse de memoria, palabra a palabra, un libro, y esa empresa vital se basaba en preservar la herencia de generaciones de humanos.

Winston, en 1984 trabaja en la transcripción de errores históricos, cortando las frases "incorrectas" de todo lo editado y pegando las frases "correctas" que diariamente le transmitía el Ministerio de la Verdad.

Lo que no está en la lengua, no puede ser pensado.

No puedo confiar en un medio de transmisión de conocimiento que con simplemente seleccionar, después suprimir y por último reescribir, convierta para los siglos venideros a Darwin en un delirante sifilítico, a Don Quijote en un padre de familia ejemplar de un villorio manchego, a Hitler en un genio político traicionado por los mediocres, al Capitan Nemo en un villano intergaláctico o la revolución industrial en la llegada del profeta robótico que guió a las máquinas a la supremacía del planeta.

Podrían incluso crear un maestro de escuela del siglo XVI (es sabido que la plena escolarización data del siglo XIII), que en relidad es un guerrero ninja..., ostía, calla tú, que eso ya lo han inventao. Mal vamos. Si Franco levantase la cabeza y comprobase que lo más visto por los españoles se llama Aguila Roja, ironías, se me pira, mucho sueño, un saludo...

Arfonzo

2 comentarios:

Lecter dijo...

Nada, nada. Yo prefiero lo electrónico, lo positrónico, lo coulombiano, faradio faradio, y me importa un watio...

Yo prefiero los libros por vía parenteral:

_Tanque..!

_Mandee..!

_ Cárgame, si me hases el favor, toda la sabiduría humana desde Anaxágoras hasta nuestros días, que me hace farta pa unos trámites..

_Marchando..


Abrazos Arfonzooo

Anónimo dijo...

Digo yo que cuando un autor publique una obra puede haber una firma digital que certifique que eso que uno está leyendo es lo que él ha escrito.
Leer copias y pirateos (que por cierto ya existen y a lo bestia) será ya responsabilidad del que lee.

Yo desgraciadamente soy poco lector. A lo mejor el libro electrónico me logra pulir un poco.

Rg