lunes, 11 de abril de 2011

500 yardas

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En 1966 Andrew Dufresne se fugó de la prisión de Shawshank. Lo único que encontraron fue su ropa de presidiario manchada de barro, una pastilla de jabón y un viejo martillo de gemas prácticamente gastado de tanto uso. Recuerdo que había pensado que un hombre tardaría 600 años en cavar un tunel en el muro con él. El viejo Andy lo hizo en menos de veinte. A Andy le encantaba la geología, supongo que encajaba con su naturaleza meticulosa.Para él, el tiempo transcurría despacio, como en la era Glacial. La geología es el estudio de la presión y del tiempo y de hecho, eso es lo único que hace falta: presión...y tiempo, eso y un póster bien grande.Tal como dije antes, en la cárcel un hombre hace casi cualquier cosa para mantener su mente ocupada, el pasatiempo favorito de Andy era llevar trozos de esa pared al patio, puñado a puñado.

La noche de su fuga, Andy hizo lo que se le mandó: dejó los zapatos del Alcaide como dos espejos. Los guardas, ni se dieron cuenta...yo tampoco, sinceramente, ¿Cada cuánto te fijas en los zapatos que lleva puesto otro hombre?. Andy alcanzó la libertad arrastrándose por 500 yardas en una tubería llena de porquería que apestaba como no me puedo ni imaginar...o quizás no quiera imaginármelo...500 yardas, la longitud de cinco campos de fútbol, casi media milla...a la mañana siguiente, más o menos cuando Raquel Welch revelaba su pequeño secreto, un hombre al que nadie había visto antes entró en el Banco Nacional de Maine, hasta ese momento no había existido nada más que sobre el papel...

Sí amigos, la vida es esa mole de cemento de gruesos muros donde transcurre nuestro cautiverio rodeados de compañeros de celda. Para lograr escapar es necesario cavar un tunel con un tenedor y luego arrastrase por quinientas yardas de mierda para salir limpio al otro lado.

Como eso no se puede hacer, nos queda únicamente soñar cada noche con Zihuatanejo.

Lctr.

PS. Sigo sin ADSL

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