viernes, 8 de abril de 2011

El final de Tacheles

Dice Carlos en El Mapa no es el territorio:

Fuimos a Berlín a actuar a Tacheles, unos antiguos almacenes en ruinas que estaban en Berlín Este. Ya había caído el muro y todos los okupas se habían trasladado a esa zona de nadie que había en el Este y que estaba deshabitada. Estos grandes almacenes, que en su día debieron ser bastante elegantes, estaban en la situación que quedaron después de los bombardeos del final de la segunda guerra mundial, de tal manera que la trasera del edificio, que daba a un descampado, estaba derruida, dejando a la intemperie toda la estructura de habitaciones de la casona… Tacheles estaba ocupada por artistas que tenían un ritmo de actividad política y artística infernal, como infernal era el frío que hacía en Noviembre dentro y fuera de la casa… hicimos nuestro espectáculo y un curso. Todo estuvo bastante bien porque había muchos españoles y el idioma no fue un problema… el curso fue el esquema habitual, algunas técnicas de voz, partituras de movimiento y técnicas de ejercicios psicofísicos que habíamos aprendido del Tercer Teatro y que nosotros habíamos desarrollado con el tiempo. El asunto, básicamente, consistía en pegar una paliza física a los cursillistas tan grande que las agujetas no les dejaran pensar y así, cuando estaban con el cerebro vacío o totalmente ocupado con sus múltiples dolores musculares, se les decía que tenían que crear algún tipo de acción a partir de cualquier cosa que les interesara, excepto que fuese un texto teatral. Tacheles está al lado de toda la zona de museos que hay a un lado y otro del río y daba la casualidad de que los artistas de la casa habían conseguido dinero, de vaya usted a saber qué institución, para hacer unas instalaciones en la calle en el recorrido de los museos. Así que, aproveché la ocasión y les planteamos que las acciones debían realizarse en algunas de las instalaciones que ellos mismos elegirían. Paralelamente a esto, se sucedieron una serie de performances de un artista de California que hacía un trabajo bastante espectacular con unos robots de hierro que conseguían algún tipo de movimiento a base de aire comprimido y que él manejaba con unos dispositivos adheridos a su cuerpo, de tal suerte que a sus movimientos se correspondían los del robot y finalmente el director de Tacheles se apuntó y entró en la organización de lo que fue un pasacalles en toda regla que tenía paradas en las instalaciones que había entre los museos -así se llamaba la exposición entre museos- y así instalando un robot del californiano que iba tocando la batería en lo alto de un vehículo todos nosotros y todos los cursillistas y el director del centro, que iba tocando el tambor, tuvo lugar el primer pasacalles de la historia en Berlín Este, con presencia policial, explicaciones del director de Tacheles en cuanto a que teníamos permiso de no se qué institución, robots, actores, cursillistas, instalaciones… ante la atónita mirada de los pocos transeúntes que circulaban por esa zona de Berlín. Probablemente fue el pasacalles más patético y loco en que he trabajado, pero hasta que no empezó no me di cuenta de su importancia. Estábamos en Berlín Este, zona bastante castigada económicamente en aquel entonces, después de la caída del muro y ofrecíamos a los ciudadanos y sin venir a cuento, una posibilidad ocupar la calle y algo de fiesta, otra mirada y sinceramente no puedo explicar cómo pasó lo que pasó, creo que no sabíamos exactamente lo que estábamos haciendo sólo lo hicimos... en las actuaciones que hicimos en Tacheles recuerdo que había una escena… era un espectáculo sobre Lorca en que Antonio se quedaba de rodillas dentro de un barreño grande, lleno de agua y Begoña y Eva, con unos cántaros de barro, derramaban agua sobre Antonio haciendo un ritmo con la caída del agua, mientras cantaban una canción de Camarón y Antonio, por encima, recitaba un poema de Lorca. El primer día no caímos en la cuenta de que como hacía tanto frío, el agua estaba helada, de tal manera que cuando Antonio entró y ellas empezaron a derramar el agua sobre él, empezó a ponerse azul y con una voz muy temblorosa y diciendo el texto lo más deprisa posible, salió a toda la velocidad que la situación le permitía tomando nota del error, el segundo día lo corregimos y encargamos calentar agua, cosa que fue bastante complicada porque eran muchos litros y allí en Tacheles no había ni calefacción ni agua caliente, pero los habitantes de la casa eran muy diligentes y lo consiguieron, de tal forma que cuando llegó la escena no habíamos calculado bien y ese día el agua estaba ardiendo y cuando Antonio entró y ellas empezaron a derramar el agua sobre él, empezó a ponerse muy sofocado y enrojecido por el abrasamiento dijo el texto todo lo deprisa que pudo y salió a toda la velocidad que la situación le permitía y sin embargo, pienso que esas dos veces, fueron las mejores en que Antonio dijo ese texto...




Y hoy me encuentro este titular en El país:

Un millón de euros para los 'okupas' del Tacheles

En Pedro y el lobo, un pastor bromea tan a menudo sobre falsos ataques del animal que, cuando éste se lanza de veras, nadie se cree sus gritos de auxilio. El lobo del emblemático Tacheles llegó el martes con la chequera rebosante: un millón de euros para los okupas que llevaban la cafetería y los bares del ruinoso edificio. Tras 21 años, innumerables alarmas de desalojo, amenazas de desahucio y subastas frustradas, el viejo bastión del movimiento okupa inmediato a la caída del Muro pierde la mitad de sus inquilinos. Nadie sabe a ciencia cierta quién pone el millón de euros que se embolsan los ya exokupas de manos del bufete Schultz&Seldeneck. Entre empleados de los locales y organizadores, se van unas 80 personas. No está claro cómo se han repartido el dinero. El tabloide berlinés B.Z. apunta hoy a que el dueño del Café Zapata se quedará con la mitad.

Venga de quién venga, el millón de euros que cambió esta semana de manos consiguió que se fueran no solo los de la cafetería Zapata, sino también los del cine del último piso (cada vez menos cine y más bar), así como los que llevan el restaurante y la Galería. Las excavadoras llegaron este fin de semana para destruir algunas esculturas al aire libre y lo que quedaba del biotopo del jardín trasero. Pero no todos se han ido: otros ocupantes intentarán mantenerse en el edificio para preservar su ruinosa arquitectura de los embates combinados de inversores, acreedores e instituciones. Al mismo tiempo, anuncian que rescatarán del turismo masivo la idea original de su okupación: un espacio para el trabajo de diversos artistas sin medios para pagarse un estudio propio. En pleno corazón de Berlín.

Los okupas se dividieron hace ya años en dos facciones irreconciliables: Tacheles EV, por un lado. La asociación se ahogó hace un año en sus propias deudas y ya no existe, pero ellos son los que se quedan. Por otro lado estaba el Gruppe Tacheles. Son los que se embolsan un millón de euros y se van, con algunas excepciones, como la del artista madrileño Txus Parras. Los primeros, capitaneados por Martin Reiter, siguen lanzando proclamas de resistencia. Impertérrita ante el conato de subasta forzosa con la que el banco HSH Nordbank trató de vender el inmueble el lunes, la portavoz Linda Cerna explica que la situación "no ha cambiado en absoluto". Los "70 artistas" que trabajan allí seguirán haciéndolo. Explica Cerna que "hubo una divorcio de objetivos" entre el Tacheles EV y "los de la gastronomía". Es decir, los del Gruppe Tacheles. Se van, "pero nosotros seguiremos con el arte." Una vez más, el Tacheles EV pide al Estado de Berlín que "esté a la altura" y proteja el proyecto.

Tim Africa fue portavoz del enemistado Gruppe Tacheles hasta su reciente disolución. Dice que también querían quedarse y habla de un "paso muy difícil". Desgrana con toda calma las razones que les llevaron a considerar que "no había más remedio que marcharse": el enfrentamiento con el EV, para empezar. Además de las "aplastantes dificultades económicas y legales" que llevaron a que sus abogados abandonaran el caso. Por último, el artista recuerda las reacciones de algunos funcionarios a sus peticiones de ayuda: "Nos decían que sólo sabemos pelearnos unos con otros y discutir... que ya no somos lo que fuimos y que sólo somos una atracción turística". Riendo levemente al teléfono, reconoce que "en eso había mucho de cierto". El fracaso, que tachó de "doloroso", consiste en que no fueron capaces de contrarrestarlo. Asegura que usarán el dinero para "otros proyectos artísticos y comunitarios", lejos de las "continuas trifulcas" con el otro grupo. El artista apunta una relación entre los comienzos del Tacheles y la salida de ayer. Al principio, los artistas de Tacheles buscaban espacios de libertad y "en la situación actual, el dinero significa libertad".

Emblema de la anarquía

El edificio del Tacheles, en la céntrica Oranienburger Strasse de la capital alemana, es el penúltimo símbolo de los movimientos anárquicos que florecieron en algunas grandes ciudades alemanas en los 80 y 90 del siglo pasado. Antes que eso, el área de 25.000 metros cuadrados albergó un gran centro comercial. Tras sufrir serios daños en la II Guerra Mundial, tuvo diversos usos en la República Democrática Alemana (RDA). Su mal estado llevó a su demolición parcial. En 1990, un grupo de artistas okupó el gran espacio que seguía en pie. Tras la compra del terreno por parte de un grupo inmobiliario, los inquilinos contrataron un alquiler simbólico que venció en 2008.

Ahora, el banco HSH Nordbank administra la finca, cuya subasta forzosa se canceló el lunes. Probablemente fueron ellos los que pusieron el millón en la cuenta de los abogados. Se especula sobre el futuro del inmueble, que según el sensacionalista y a menudo bien informado diario Bild podría estar en el punto de mira de una cadena de hoteles baratos llamada Motel One.

EGTonetti, todo cutepaste, claro.
Artículo de El País por Juan Gómez
Tacheles sobre Tacheles

1 comentario:

Lecter dijo...

Divide y vencerás. Miserable condición natural humana.

Acojonante tonetti.

PS. Sigo sin ADSL, gracias a telefónica de España...