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El nombre quizás no le diga nada a muchos. Pero si les decimos Fabio McNamara, les vendrán a la memoria escenas de los ochenta, tantas veces vistas en televisión: Fabio y Pedro Almodóvar, subidos a un escenario, cantando “Voy a ser mamá”. Es normal que quien guardara de Fabio esa imagen, se sorprendiera al oírle hablar de Fátima y sus pastorcitos. Fue hace poco, en el programa de Javier Paredes, en Radio Intereconomía. Allí, Fabio dijo que prefería hablar de la Virgen -a la que ha pintado más de treinta veces- antes que de ZP; definió la conversión como el cambio de billete de ida al infierno por otro al Cielo y a la Movida madrileña como un cuento chino no, sino cochino. También contó que, cuando más perdido estaba, un sacerdote le dijo a su madre: “Usted rece, rece, que ya caerá, ya caerá”. Y cayó, cayó.
-¡Qué cambio el suyo! ¿Cómo lo explica?
-Bueno, el Señor vino a buscar a los que andaban perdidos. Y más perdido que yo…
-¿Tan mal estaba?
-Vivía alienado, bajo los efectos de un montón de sustancias. Y buscaba la felicidad donde no estaba: en la droga, en el sexo, en la fama…
-¿Dónde la ha encontrado?
-En Jesucristo. Él lo es todo: el médico que te sana, el maestro que te enseña, el amigo que nunca falla…
-Los amigos de cuando la Movida, ¿le han fallado?
-Aquel era un mundo falso. Más que amigos, había intereses. Era difícil encontrar alguien que te quisiera por lo que eras. Cuando dejabas de ser joven y guapo te daban una patada.
-¿Y Cristo?
-Él no. Él te saca del fango, te limpia, te cura las heridas, te colma de riquezas y te garantiza una vida a su lado para siempre.
-La salvación eterna…
-¡Es lo único que importa! ¿De qué te sirve lo que el mundo pueda darte, si esto pasa rapidísimo? ¿Para qué tanto rollo?
-¿Qué otras cosas son importantes?
-Rezar el Rosario. Hacer lectura espiritual y meditación. Adorar al Santísimo. Ir a misa. Comulgar.
-¿Con qué frecuencia lo hace?
-Todos los días. Si estás en Gracia de Dios, ya puede hundirse el mundo. Por eso, si peco, no pasan veinticuatro horas sin que me confiese.
-Oye misa en una iglesia que está a varias paradas de metro de su casa. ¿Por qué?
-Porque tienen al Santísimo expuesto todo el día. Y porque dan clases de Teología y unas charlas que son superinteresantes.
-Es importante la formación, ¿no?
-¡Hombre, claro! Es que para ser cristiano hay que conocer la vida y doctrina de Cristo. Y conocerla bien.
-¿Qué está leyendo ahora?
-Últimamente sólo leo -y releo- a María Valtorta, una mística italiana que murió en 1961.
-Antes hablaba de la Gracia. Descríbala. ¿Se atreve?
-Estado narcótico del espíritu sin efectos secundarios. Lo único que produce es santidad. Hace que relativices los problemas. Pone a tu disposición la sabiduría de Dios. Ayuda en todo.
-¿En pintura también?
-También. Porque es Él quien te dirige y se manifiesta a través tuyo.
-Pinta, sobre todo, vírgenes y cristos.
-Antes, cuando vivía así, un poco mal, a lo loco, también lo hacía.
-¿Con respeto?
-Siempre. Aunque no estaba en Gracia, a Cristo y a María siempre les he querido. Y ese amor quedaba reflejado en mis cuadros.
-¿Qué pensaba entonces cuando se acordaba de ellos?
-”Que tengan compasión de mí”.
-Parece que la han tenido.
-Lo que han hecho el Señor y la Virgen conmigo ha sido un milagro. Y doble.
-¿Doble?
-Sí, porque me han curado el cuerpo y, lo que es más fuerte, más difícil, el alma.
-Para que un alma se convierta…
-Tiene que sufrir mucho y querer curarse. En mi caso fueron de gran ayuda mis padres, que tanto rezaron por mí.
-Oiga, ¿y no echa de menos la vida loca?
-Para nada. Lo de sexo, drogas y Rock and Roll que se lo cuenten a Pepita. Buscar a Dios, conocerle, amarle… es lo único que importa; lo demás, una pérdida de tiempo.
-¿De verdad no se aburre?
-Si para buscar a Dios tienes que aburrirte, pues te aburres. Y si para encontrarle tienes que sacrificarte, pues te sacrificas. Y si para estar con Él tienes que dar la vida, pues la das, como los primeros cristianos.
-O sea, que no es cuestión de aburrirse o divertirse.
-No. Pero es que es imposible aburrirse de Dios; con Él siempre estás aprendiendo.
-Hace años no le daba vergüenza subir a un escenario; ahora no se la da hablar de Dios.
-¡Pero cómo me a dar vergüenza, si ha dado su vida por mí! Es como cuando quieres mucho a una persona: que sólo piensas en ella, sólo hablas de ella.
-¿Le pasa con Dios?
-Sí, ya sólo quiero pensar en Él, hablar de Él.
lctr.
2 comentarios:
Pobre hombre, esta enganchadisimo.
Cosas veredes...
Ahora le ha dao por el opio del pueblo...
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