lunes, 7 de septiembre de 2009

El ajedrez, ese juego tan divertido

Después de leer la noticia de Mundinews sobre el ajedrez y el comentario de Lecter, es necesario afrontar el asunto del ajedrez con algo más de detalle. Lo primero es tirar de repertorio para decir lo de “respetos al máximo para los que les guste el ajedrez”, no vayamos ahora a buscarnos enemigos.

El ajedrez es soporífero y cruel. Así de fácil. Y además es un juego que termina por merecerse ser odiado. Lleno de figuritas muy curiosas, cada una moviéndose a su manera por el tablero, con unas reglas muy particulares, todo muy ingenioso, todo muy prometedor, pero al final todo eso se vuelve contra uno mismo. Habré jugado en mi vida tal vez 25 ó 30 partidas de ajedrez, de las cuales habré ganado quizás una ó dos. Es decir, siempre he perdido a este juego que tan interesante parecía en un primer momento, pero no, no es interesante, es odioso. Recuerdo estar pensando esta u otra jugada con intensidad 5 o 10 minutos hasta decidir avanzar la torre dos casillas para ver cómo, al momento, tu amigo movía un simple peón y te decía “jaque”, aviso claro de tu inminente derrota. Desmoralizante. Luego te echabas otra con el mismo amigo a ver si había más suerte pero volvías a perder, y volvías a perder, y así. Luego, intentando venirte arriba inútilmente, acordabas una partidita con ese que sabías que también perdía casi siempre y que empezaba a sentirse igual que tú. Patético error. También te ganaba. Y así varias veces hasta que la mayoría de nosotros llegábamos a la conclusión de que éramos tontos y ese juego era una puta mierda. Pocas partidas más se llegan a jugar a lo largo de la vida.

Lo más triste es que intentas luego en alguna ocasión jugar contra el ordenador, cuando los programas de ajedrez estaban en pañales, y compruebas que también el puto ordenador te gana. Una miserable máquina te gana siempre al ajedrez, nivel principiante. Finalmente ves que no hay nada que hacer. Este juego es una puta mierda y que jueguen otros. La teoría esa de que es muy bueno para ejercitar el cerebro y mover las neuronas me la paso por lo huevos. Este juego sólo te genera mal rollo y un mosqueo acojonante, y eso no puede ser bueno para un cerebro.

Me pregunto qué gracia le puede ver un aficionado al ajedrez cuando participa en unas “simultáneas” contra un cabezón de estos que gana muchas partidas en los campeonatos de España. Tú y unos 15 o 20 más jugando contra este cabezón y todos vais a ser derrotados irremisiblemente de la manera más humillante posible: a la vez. Mientras te piensas tu próximo movimiento el cerebrito va pasando por los tableros, uno tras otro, avanzando sus peones de manera inexorable. Y a ti te va a fulminar en 3 segundos: el primero es el que tarda en llegar desde la mesa anterior a la tuya; el segundo es el que tarda en ver el tablero y pensar su jugada; y el tercero el que tarda en mover el alfil y demostrarte que no tienes nada que hacer por mucho que hayas pensado mientras él se acercaba, y le ves marcharse a por su siguiente víctima, que así con el rabillo del ojo la miras y ves que ha mutado de ser humano a corderito, como el de Norit. Apasionante.

Amigos amantes del ajedrez, no os lo toméis a mal. Donde esté una partidita de mus con sus cervezas y sus pelotazos… Probad.


Ajedrez con botellitas de Jack Danields. Otra forma de ver este juego.

Roger

6 comentarios:

lecter dijo...

Efectivamente eso es.

Mi experiencia es distinta debido a que nos tirabamos los veranos jugando al ajedrez. Jugábamos tanto que cuando ibas por la calle pensabas en estrategias:

"Me como a la señora del carrito con movimiento de caballo, y luego corono comiendome al jubilado del paso de cebra..."

Incluso, cuando esperabas turno en un semáforo, te daban ganas de enrocarte con los que tenías al lado.

Tanto llegamos a jugar que ahora no puedo ni ver un tablero.

Con la llegada del ordenador, el ajedrez perdió interés definitivamente. Aquel juego que se antojaba infinito por sus múltiples posibilidades, era completamente finito para una máquina.

Kasparov lo intentó, era la última esperanza blanca, pero fue derrotado una y otra vez por la máquina "Deep Blue".

Encontramos, al fin, el límite del jueguecito.

Un coñazo menos...

PS. También odio el Mus con toda mi alma. Ahora juego al "pilla pilla", con la niña.

Anónimo dijo...

"Me como a la señora del carrito con movimiento de caballo, y luego corono comiendome al jubilado del paso de cebra..."
Muy bueno

Seguramente ganaste muchas partidas. Pero se llega al odio por muchos caminos.

En el mus la partida puede llegar a ser lo de menos, importando más el pincho de tortilla, la cerveza y el cachondeo.

A diferencia del ajedrez yo puedo afirmar respecto al mus, como hacen todos los buenos jugadores de mus, que jamás he perdido una partida.


Roger

deivit dijo...

A mi, siempre me ha parecido, el ajedrez, un juego mu violento.
Y las personas que juegan a la ajedrez, siempre las he tenido en el perfil de los que se suben a un alto de algo y con una escopeta con mira-telescópica empiezan a matar jubilados en la plaza de algún pueblo de ESPAÑA.
Y sin generalizar, por supuesto, pero creo que he visto demasiadas películas de espías y de la guerra fría.

Y a dormir deivit sin mas etiquetas

Anónimo dijo...

Es un monólogo del club de la comedia.. Mejor que muchos que he visto. me he reído mucho

Jm

Anónimo dijo...

Deivit, acojonante visión de este juego. La hago mía para cuando vea a alguien jugando. Quizás con diez u once birras encima podríamos hasta mejorarla.

Saludos, amigos, y jaque al Rey.

Roger

deivit dijo...

ENROQUE.
En los ajedreces el enroque es, en una jugada, permutar el rey por el caballo. Pero de toda la vida alternando y por esta orilla de río, el enroque significaba que te cambiasen los botellines por unos llenos o mas fríos.