Vivimos tiempos en los que a diario están en boca de todo el mundo comentarios acerca del curioso, peculiar y siempre sorprendente mundo del funcionario. Yo me voy a centrar en el funcionario administrativo, el que te tiene que gestionar los papeles, los expedientes, los certificados, las solicitudes, etc. En fin, ese apasionante mundo de los papeleos. Desde los chistes de Forges, y antes también, existe una fama ganada a pulso sobre la manera de desempeñarse de nuestras administraciones públicas y sus empleados, funcionariado en general: vagos, inútiles, incompetentes, maleducados, etc. La burocracia institucional que nos mata en los tiempos que corren es un exponente claro. La tecnología está presente pero los mecanismos, procesos y tareas no han csmbiado. Antes se hacía la nómina de cada trabajador calculadora en mano y punteando cada apunte ayudado de un compañero. Ahora el cálculo lo hace un ordenador ¿y el funcionario que hace entonces? Saca el listado en papel y comprueba que el ordenador lo ha hecho bien. Es tan triste como verdad, queridos, tan triste como verdad. Pero es que algo tiene que hacer el funcionario.
Este funcionario del que hablo es el que todavía en algunos casos se enfada con los ciudadanos. Tengo que decir que cuanto más mayores son más se enfadan. La poca educación, los malos modales todavía son moneda de cambio entre esta gente.
¿Qué decir de la competencia y preparación de estos encargados del trámite y el papeleo? Empleados que llevan toda su vida ahí, con los hábitos y los vicios de toda la vida, que nunca han recibido una formación continuada, que tienen que luchar a diario con la barrera tecnológica y que cobran una mierda a fin de mes. Gente extraordinariamente motivada, ideales para que te suelten un bufido a las primeras de cambio.
El mundo del funcionariado se caracteriza también por el nivel de familiaridad, de consanguinidad podríamos incluso decir, que existe entre ellos. Ya lo decía Darwin, la especie mejora cuanto mayor mezcla genética haya, y tiende a debilitarse si permanece aislada. Estas poblaciones funcionariales se retroalimentan de sus propios problemas enquistados; cohabitan en el mismo edificio público matrimonios, hermanos, hijos, cuñados, amigos, familia política... Para qué seguir.
El resultado de todo esto es una función pública en el ámbito de la gestión administrativa inoperante, maleducada, incompetente, ignorante y vaga. Esto choca de frente con la idea de mantener los servicios públicos lejos de las manos de las empresas privadas. Y así debe ser en sanidad y educación, pero no puedo estar más a favor de que caiga una plaga divina sobre todo el funcionariado que he descrito, se lo lleve por delante con sus putos modales, su puta arrogancia, su puta soberbia y sus putos cabreos como si fueran los únicos que lo pasan mal, y se vayan a tomar por culo todos de una puta vez, y esas formas de hacer las cosas propias del siglo pasado, a tomar por culo también. No se puede tener en marcha con nuestro dinerito una administración tan patética como esta que disfrutamos.
Por favor, que venga la privada, que conviertan a esta gente en algo eficiente, moderno, simpático, amable y ágil. Que terminen con estos cortijos donde esta gentuza se sienten los putos amos y que venga alguien que les diga que si no trabajas bien te vas a la puta calle, tú, tu hermana y tu hijo. Y a mi no me grites, zorra.
Rg (deseando que se hunda todo ya de una jodida vez)
3 comentarios:
Buen desahogo, amigo.
Pero que pasaría si asta los camareros fueran funcionarios como en Cuba ¡dios!
Hombre, si viene la privada, seguiremos teniendo el mismo tipo de persona funcionaria, pero pagada según la linea de consanguinidad con el partido reinante.
No lo creo, además cambiarían los procesos, las tareas, los responsables de las mismas, etc. Bueno, ya hablaremos de palabra si toca, para no aburrir aquí.
Rg
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