El hombre de 42 años que llevaba desde los 20 encerrado en el corredor de la muerte dejó oír su voz. Mirando a los familiares del policía que la justicia asegura que asesinó a tiros en 1989, Mark McPhail, proclamó, por última vez, su inocencia: "Soy inocente". "Yo no lo hice. Siento mucho su pérdida. Pero yo no maté a su padre, hermano o hijo".
Davis tuvo esta madrugada palabras para todos. Para sus carceleros y verdugos, a los que dijo que esperaba que Dios se apiadara de sus almas por el acto erróneo que iban a cometer pero a quienes también encomendó su alma al Altísimo. "Que Dios les bendiga". Para sus familiares y amigos, hacia quienes pronunció frases consoladoras y que llamaban a no cejar en la lucha de probar su inocencia. "Seguid trabajando, indagad, buscad pruebas que hagan justicia a mi caso", solicitó. El precepto de la duda razonable -fundamental para un veredicto de culpabilidad- ha quedado violado esta noche, cuando se quitó, de forma legal, la vida a un hombre sobre el que siete testigos, no uno ni dos, siete, se han retractado sobre la acusación que hicieron en un primer momento. Demasiadas dudas para practicar tan definitiva -sin vuelta atrás- decisión: matar a un ser humano.
El actual Gobernador de Tejas, Rick Perry, aspirante a candidato a la Casa Blanca en 2012, declaró hace menos de dos semanas en un debate que vivía muy tranquilo con las 234 sentencias a muerte que ha firmado. Él y la audiencia que le escuchaba en directo, que rompió en aplausos ante la mención del dato.
Lctr.
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