jueves, 15 de octubre de 2009



El tubo cumple noventa años.

Noventa años de prisas, sudores, aborregamiento, malos olores, pérdidas, extravíos, carterismo, yonquismo, dameargo, estristepedir, disimulo, miradas al suelo, miradas al techo, roces, tocamientos, caídas, suicidios,...

Noventa años de depresión.

"Próxima estación... Esperanza"



Lctr.
PS. Un transporte de ganado...

PS2: Humano es avergonzarse de lo que uno dice; yo me avergüenzo de esta entrada ante todos vosotros. Después de leer los comentarios del Deivit. (ver comentarios)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad es que ultimamente el metro ha mejorado mucho. La cadencia de los trenes es puntual, la limpieza aceptable y funcionan los climatizadores. Ya sabes Lecter que yo no tengo coche y este es mi modo de transporte. Lo único que me inquieta es que en los modernos coches ya no existe la separación entre vagones, el convoy es de una sola pieza, como un gusano sin separación, y eso significa que como un usuario pegue un estornudo de gripe A (o gripe común) en la parte delantera del tren, me temo que estamos todos los que viajamos infectados por defecto.


Jm

Lecter dijo...

La serenata de los estristepedir se aguanta ahora de manera general.

Anónimo dijo...

Y los músicos ambulantes, que se han convertido en una epidemia. Con éxitos de siempre como "Moon River" tocado con ocarina de bambú o flauta de pan y acompañado de un ukelele. Lo mejor para un lunes a las 9 de la mañana.

Jm

deivit dijo...

Entre el infierno y el cielo,
galopando entre tinieblas
de la periferia al centro
del centro a la periferia,
el metro.

Con ojos de sueño viene
cruzando la madrugada;
regresará a medianoche
con el alma fatigada,
el metro.

Cargando arriba y abajo
íntimos desconocidos,
amaneceres y ocasos
con dirección al olvido.

Por sus arterias discurre
presurosa humanidad,
el alimento que engorda
la ciudad.

De reojo se miran,
de lejos se tocan,
se huelen, se evitan,
se ignoran, se rozan;
y en el traqueteo
del vagón hipnótico
cada quien se inventa
la suerte del prójimo.

El escritor ve lectores,
el diputado, carnaza;
el mosén ve pecadores,
y yo veo a esa muchacha
del metro.

Los carteristas ven primos,
los banqueros ven morosos,
el casero ve inquilinos
y la pasma, sospechosos
en el metro.

El general ve soldados;
juanetes, el pedicuro;
la comadrona, pasado;
el enterrador, futuro.

La bella ve que la miran,
y el feo ve que no está
solo en este mundo que
viene y va.

La bella se deja
mirar mientras mira
la nada que pasa
por la ventanilla.
Distante horizonte
de cristal de roca,
ajena y silente
flor de mi derrota.

El revisor ve billetes;
el sacamuelas ve dientes,
el carnicero, filetes;
y la ramera, clientes
en el metro.

Los avaros ven mendigos,
los mendigos ven avaros;
los caballeros, señoras;
las señoras, tipos raros
en el metro.

El autor ve personajes,
el zapatero ve pies;
el sombrerero, cabezas;
el peluquero, tupés.

Los médicos ven enfermos,
los camareros, cafés;
yo sólo la veo a ella:
la bella,
la bella,
la bella que no me ve

"la bella y el metro"
Joan Manuel Serrat

Lecter dijo...

La bella que no me ve...

Es lo que pasa al no saber de poesía.

Me avergüenzo de lo que he dicho del metro; es una mierda al lado de esto.

La bella que no me ve...

cuantas veces...
Abrazazos deivit,... Cabrón